Desde mi celda doméstica
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lunes, 4 de mayo de 2015

EL DUQUE DE ALBA


ESPAÑOLISMO HISTÓRICO
(El Duque de Alba)


No están los historiadores demasiado concordes con la figura de este personaje, llamado Fernando Álvarez de Toledo, tercer duque de Alba, y que ha pasado a la historia como EL DUQUE DE ALBA por antonomasia. Héroe para unos, tirano para otros, había nacido en Piedrahita (Avila) un 29 de octubre de 1507, y fallecido en Lisboa un 11 de diciembre de 1582. Ínsito en pleno siglo XVI, este militar español, que procedía de rica familia con largo historial al servicio del reino de Castilla, iba a prestar el suyo personal a los dos más grandes magnates de su siglo: Carlos I y Felipe II.
Más que católico, fanático, media Europa supo de su crueldad contra los protestantes franceses, alemanes y, sobre todo, holandeses. La noche de San Bartolomé, por ejemplo, en 1572, se cierne sobre su biografía como una sombra marmórea que le sirviera de túmulo sepulcral. Los temas político-religiosos lo relacionan muy directamente con el papa Pablo IV y con el cardenal Granvelle. Católicos y protestantes lucharon contra él hasta conseguir que el rey de España lo apresara. Salió de la cárcel para que encabezara la conquista de Portugal, lo que impulsó a decirle a Felipe II: “Sois el único monarca de la tierra que sacáis de la prisión a un general para daros otra corona”. Modesto él.
El título de “duque” viene a España de manos de los godos, ¿lo sabían? No se hizo hereditario hasta el siglo IX. La invasión musulmana y la Reconquista hicieron desaparecer los ducados de nuestra península, pero en el siglo XV vuelve a reaparecer sobre algunos miembros de la realeza.
Descanse en paz este soldado, político y gobernante español que tan mala fama nos dio por el extranjero, y del que se conserva un cuadro, pintado por Anthony More, en 1549, en el Museo de Bellas Artes de Bruselas, para perpetua memoria de su duro temperamento.

Alfonso Gil González

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