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martes, 5 de mayo de 2015

FE Y ECONOMÍA


Fe y Economía


Una de las estructuras más conflictivas de la sociedad es la economía. Jesús, aunque no elaboró una teoría económica, tuvo una actitud profética ante las desigualdades e injusticias; su opción preferencial por los pobres aparece con toda claridad en el Evangelio. En consecuencia, los cristianos no podemos vivir al margen de las estructuras económicas o ser indiferentes ante las injusticias y desigualdades de la sociedad. De hecho, la teología y la moral católica se ocupan de las realidades económicas.
Al hacer una valoración cristiana de las desigualdades económicas que existen en nuestra sociedad, nos sentimos inevitablemente interpelados, pues todos tenemos alguna parte de culpa. No obstante, hay que reconocer que el mundo de las relaciones económicas es amplio y complejo, existiendo en la actualidad una gran variedad de estudios que analizan rigurosamente la producción, distribución y uso de los bienes. He aquí algunas de sus conclusiones básicas: a) El aumento de bienes no ha ido unido a un reparto justo de las riquezas; b) Existe una injusta y profunda división entre “países ricos” y “países pobres”; c) Dos terceras partes de la humanidad viven en situación de pobreza, y d) Existe una relación directa y estructural entre el enriquecimiento de los ricos y el empobrecimiento de los pobres.
Se producen estas dos paradojas: En los países de mayor miseria viven algunas familias que acumulan las mayores fortunas del mundo, y en los países ricos y desarrollados se acumulan numerosos grupos de personas que viven extrema pobreza y marginación. 
He aquí las palabras de M. Fraijo: Nos guste o no, Jesús fue un profeta que exigió conversión y justicia. Ciertamente no odió a los ricos, pero prefirió a los pobres y optó por ellos. Su preferencia no fue fanática, resentida ni excluyente, pero sí clara y consecuente. En un escenario como el suyo era imposible extender un cheque en blanco a las aspiraciones de los poderosos. Habría sido a costa de los débiles. La riqueza de unos pocos producía hambre y sufrimiento en las multitudes de las que Jesús tenía compasión y a las que se sentía enviado. Por eso, rechazó la teología que hacía una lectura religiosa de la riqueza, atribuyéndola a la piedad y a los méritos de los que la poseían. Para Jesús, MIENTRAS HAYA POBRES, LA RIQUEZA CARECERÁ DE JUSTIFICACIÓN.

Alfonso Gil González

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