A fray Cándido Albert
Se nos fue de fray Cándido el semblante,
transparencia de vida franciscana
ese rostro, cual sol de la mañana
que alumbraba sin ser alucinante.
Su cuerpo se nos fue, y su talante,
a ambos gobernaba su alma sana.
Sabíamos que ya en edad temprana
su vida era un orar a cada instante.
Se nos fue, y quedóseme en el alma,
cual extraña fusión de gozo y llanto,
el vacío de su presencia ausente.
¡Quién tuviera una vida tan en calma,
tan rica, cual la suya, del encanto
de haber hablado a Dios con voz frecuente.”
Alfonso Gil González