Desde mi celda doméstica
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miércoles, 6 de mayo de 2015

HACIA DÓNDE VAN LAS COFRADÍAS


Hacia dónde van las Cofradías


   Desgraciadamente, carecemos, en general, de auténticas Cofradías. En otro tiempo, las agrupaciones cristianas que, además, tenían un soporte social basado en los gremios artesanales, salían a las calles y plazas a impregnarlas de sentido cristiano. Las procesiones, por ejemplo, eran proyecciones paralitúrgicas emanadas de la gran Liturgia celebrada con la comunidad cristiana en el ámbito más íntimo de lo estrictamente sagrado y cultual. Pero, ¿qué son hoy las Procesiones? Una pregunta a la que si no se da correcta respuesta, corremos el riesgo de vaciar de sentido a las Cofradías.
   Decía el Obispo que la importancia de las procesiones derivaba de que “llevamos sobre los hombros una propuesta de salvación” a un mundo cada vez más complejo y secularizado. Todo cofrade debería, por tanto, no sólo saber el porqué de su cofradía, con la que participa aunque sea una vez al año, sino cuál sea su identidad,  cuál sea su misión, cuál sea su conciencia de Iglesia de Jesucristo. Y no digamos nada los que forman las juntas directivas. Si éstos no tienen claro para qué existe y sirve su Cofradía, dándole al procesionar un exclusivo carácter exhibicionista o folclórico, poco podrá esperarse de esa Hermandad, llámese como se llame.
   Urge que los componentes más activos sean personas conscientes de su compromiso cristiano. Lo cristiano tiene su prototipo en Jesús de Nazareth. Luego los presidentes y demás dirigentes debieran ser tipos ejemplares cristianos. De lo cultual nace lo cultural y el compromiso humano. Y viceversa: de lo cultural y de lo convivido con los hombres vamos hacia lo cultual. Dios siempre llama para una misión. En la generación de cultura cristiana entran las exposiciones, los museos, las asambleas, los actos literarios y musicales, el arte en suma. Y también las procesiones.
   Pero hay un doble capítulo muy abandonado en nuestras cofradías: la formación y la creatividad. Con la formación crecemos por dentro, nos fortalecemos, nos preparamos para saber estar en este mundo al que algunos califican de postmoderno. Con la creatividad nos abrimos hacia los demás, estamos atentos a las necesidades ajenas, damos respuestas concretas a problemas concretos. En una palabra, servimos. Y, hoy por hoy, hay un servicio al que estamos especialmente convocados: el de nuestra juventud. 
   Si estas líneas han ayudado, al menos, a dar una llamada de atención, ahora que estamos a tiempo, bien estará.

Alfonso Gil González

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