Desde mi celda doméstica
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miércoles, 6 de mayo de 2015

HACIA LA PASCUA


Hacia la Pascua


Sé que no lo parece. No obstante, el devenir del mundo y de la historia camina hacia la Resurrección. Razón tienen aquellos que ven demasiadas lágrimas: el hambre, la guerra, la enfermedad y la muerte son los jinetes apocalípticos que las producen. Si el mensaje cristiano de estos días no fuera verdad, aparte de que los creyentes seríamos los más ilusos de los mortales, todos estaríamos en las lóbregas cavernas de la desesperanza.
La Semana Santa que acaba de celebrarse en el  mundo católico ha sido toda una exhibición catequética, con mayor o menor fortuna, de aquellas horas en que se puso a prueba la veracidad y honestidad de aquel Nazareno que pasó por el mundo haciendo el bien. Y eso me parece a mí que es la clave: hacer el bien. Las Procesiones han podido ser dignas de verse y admirarse, pero, en realidad, la Semana Santa la han hecho y vivido, una vez más, aquellos que intentan con todas sus fuerzas aliviar las cargas ajenas.
Tan fácil es apuntarse al cristianismo como desapuntarse de él. En la fe cristiana nadie está a la fuerza. Si alguna vez lo pareció, anótese entre los disparates de la torpeza humana. Lo verdaderamente difícil es seguir a Jesucristo. Máxime, cuando la victoria anhelada pasa por la derrota más ignominiosa. El fracaso del yo, naturalmente, que, antes de todo, es el único causante de los males de la humanidad. Sin ese fracaso, sin esa derrota, sin la muerte del ego que inventamos antes de nacer, y que dicen que fallece un cuarto de hora después que lo haga el cuerpo, no hay posibilidad de victoria ni de resurrección.
¡Feliz Pascua de Resurrección para aquellos que vivan santamente! A los demás aún nos quedan muchas procesiones por celebrar, muchos golpes de pecho, muchas caras de pena. Todo, en la misma medida en que sigamos entristeciendo el rostro de los otros con nuestros golpes de insolidaridad y despreocupación.

Alfonso Gil González


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