Desde mi celda doméstica
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miércoles, 6 de mayo de 2015

HERENCIA ROMANA


Herencia romana


Cuando íbamos a la escuela, estudiábamos aquello de las guerras púnicas entre cartagineses y romanos. A éstos no les hacía gracia la invasión procedente del norte africano. Personajes como Amílcar Barca, Asdrúbal o Aníbal competían con los generales romanos por el adueñamiento de nuestras tierras hispanas. Numancia y Sagunto pasarán a la historia como puntos de resistencia heroica. Pero, al fin, la provincia primera en ser atacada y la última en ser vencida, España, se incorporaría al Imperio de forma plena.
Antes de hacer turismo fuera de nuestras fronteras, no estaría mal viajar por nuestra geografía. Los puentes, las calzadas, las murallas, los teatros, los coliseos –nuestras plazas de toros-, los viaductos… nos hablan de Roma. No fue fácil la fusión con el poder romano, pero, una vez realizada, su herencia alcanzará hasta nuestros días. Su lengua, el latín, engendrará la nuestra; su derecho, el nuestro; su cultura, la nuestra. En el campo político, aportamos cuatro emperadores: Trajano, Adriano, Marco Antonio y Teodosio. En el de las letras, bastan también estos cuatro: Séneca, Lucano, Marcial y Quintiliano.
De la civilización romana se iba a pasar a la cristiana, no sin dolores de parto. Ésta supo aprovechar lo válido de la anterior, y la religión politeísta romana, copia a su vez de la griega, gestaría en monoteísmo tributario del Dios vivo y personal del que Jesús de Nazareth nos hablara a los hispanos por medio de los discípulos directos de sus Apóstoles. En este aspecto, un elemento nuevo pasaría a ser aceptado por nuestros cristianos: la basílica. Y son ya dos mil años de asimilación y conformación con un mundo que nos pertenece, que debemos preservar y que será legado de nuestros hijos, si es que antes la barbarie no trastoca el devenir de la historia.

Alfonso Gil González
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