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miércoles, 6 de mayo de 2015

IGLESIA 2010


Iglesia 2010


 Hace 35 años que el sacerdote y periodista Antonio Aradillas publicaba un libro con el título de IGLESIA 2001, escrito a base de entrevistar a las personalidades más relevantes del momento en España, preguntándoles sobre temas que, a su juicio, deberían superarse, reformarse o suprimirse en la Iglesia del tercer milenio.

Así, pues, al teólogo Alfonso Álvarez Bolado, director, entonces del Instituto Fe y Secularidad, le oyó decir que hay muchos a quienes el cumplimiento sin excusas del verdadero amor les lleva de bruces a Dios, en quien no creían creer. Y que la mayor presencia de Dios en el mundo ocurrió a través de la muerte de un hombre, ajusticiado injustamente a las puertas de una ciudad. Quien cree esto, decía, no tiene más remedio que volver a la ciudad para transformarla o salir de ella para que lo crucifiquen.
Hablando con un profesor moralista de la Academia Alfonsiniana de Roma, le decía que el pecado no se produce contra una ley impersonal, sino contra unas personas: la de Dios y la del prójimo. Pero hay que tener en cuenta, añadía, que el cristiano santo no es el que no peca nunca, sino el que renueva constantemente su vuelta a Dios.
Con Casiano Floristán, director del Instituto de Pastoral de la Universidad de Salamanca en Madrid, dialogó sobre el bautismo de los niños. La respuesta fue concisa: “Lo lógico es bautizar a los adultos”. Y añadía que la llamada gracia bautismal no es algo mágico, lamentándose de que, para muchos, el bautismo se reduce a una partida o a un documento que se utiliza cívica o políticamente.
Ya metido en tema de sacramentos, le pregunta sobre confesiones y confesionarios al P. Antonio Hortelano, teólogo moralista. Considero inactual su estructura, le contesta. Dios no es un policía dispuesto a lanzarnos al infierno por haber comido chorizo un día de abstinencia. Por otra parte, hay que superar, dice, la obsesión sexual que tanto nos han inculcado, ya que éste no es ni el mandamiento principal ni el único de la moral cristiana. Además, creo que son mayoría las personas que se salvan.
Para hablar de educación, juventud y protesta, había que hablar con Marc Oraison, uno de los más discutidos pensadores de aquellos años. Resalto dos de sus afortunadas afirmaciones: amar es querer que el otro sea una persona autónoma. Y esta otra: la suprema demostración del amor es aprender a gritar en el silencio.
Varios aspectos de la religiosidad española remarca José María Javierre, entonces rector del Colegio San José de Munich. Decía que muchos católicos españoles se han salido de la Iglesia, a fuerza de permanecer quietamente fieles a ella. Que el obispo será siempre joven de cuerpo y de alma, dispuesto al sacrificio y a la renuncia, para dar alegría y esperanza a los demás. Que el sacerdote va a cambiar, porque cambia el mundo que es su escenario. Y que el gran pecado nacional nuestro en cuestiones religiosas es la ignorancia, hija de la pereza y de la comodidad.
Hablando con el cardenal Tarancón, arzobispo de Madrid, le comentaba que en la Iglesia caben muchas opciones, que no se puede acallar en ella ninguna voz, porque la Iglesia necesita todas las voces. Por ejemplo, para realizar el misterio de Cristo, ha de potenciarse todo lo humano, sin dicotomías entre el orden temporal y el sobrenatural. De hecho, decía, el obispo ha dejado de ser excelencia y honor, para ser una persona al servicio de todos. Y los curas, por supuesto. No deben tener privilegios, decía Marcelino Cabreros de Anta, catedrático de la Pontificia de Salamanca. Se impone una mentalidad de igualdad entre todas las personas. Oponerse a ella sería renunciar a su ministerio o hacerlo inactual.
La Iglesia debe estar al margen de toda política partidista, afirmaba el entonces polémico Monseñor Añoveros. Las autoridades civiles han de vivir con fuerza el servicio al bien común. Debemos ser obispos para los monárquicos, para los republicanos y para todos los hombres que están dentro o fuera de la Iglesia.
Como, por esos años, se multaban algunas homilías, el periódico PUEBLO publicaba un chiste gráfico de Ramón, en el que un sacerdote decía desde el púlpito: “Carísimos hermanos, y digo lo de carísimos porque me salís a 20.000 duros por homilía”.
En el encuentro ecuménico entre José Antonio Infantes Florido, obispo de Canarias, y Ramón Taibo Sienes, obispo de la iglesia episcopal española, se produjo este breve diálogo:
- El celibato es un carisma y una gracia de Dios, le dijo Infantes.
- También el matrimonio es una gracia de Dios: yo mismo estoy casado y mi esposa me ayuda pastoralmente, le contestó Taibo.
Estos y otros muchos aspectos toca el libro en cuestión, tales como las relaciones prematrimoniales, la relación Iglesia-Estado, la pobreza en la Iglesia, la elección de los obispos, la problemática sacerdotal, el papel de la mujer en la Iglesia, el futuro de las órdenes religiosas,  la reconciliación de los españoles, etc… Asuntos todos que, 35 años más tarde de su publicación, en los albores de este 2010, nos deberíamos preguntar seriamente en qué se ha avanzado o retrocedido. Pero, en fin: ¡FELIZ AÑO NUEVO!

Alfonso Gil González

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