Desde mi celda doméstica
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viernes, 8 de mayo de 2015

LA ESPAÑA CRISTIANA


La España cristiana


Es evidente que lo que se llamó “época visigoda” era equivalente a nacional-catolicismo. Este término no es, pues, de hace poco, como si Franco hubiera sido una especie de Teodosio. Este emperador hispano, sí. Los llamados “reyes católicos”, también. Pero es que España, desde el siglo IV, no ha podido ser otra cosa. El arrianismo y otras herejías dieron paso al esplendor de la verdad católica. Verdad que se fue fraguando nacional desde los Concilios de Toledo, en los que nuestra diócesis begastrense participó en más de una ocasión.
Toledo era, entonces, la capital de los dos poderes: el civil y el religioso. Como pasaba en el resto de los pueblos, conforme avanzaba la decadencia del Imperio Romano, las gentes, en su mayoría sencillas, esclavas del trabajo y analfabetas, recurrían a la Iglesia como “mater et magistra” –término éste que acuñara Juan XXIII, el pasado siglo, en una de sus encíclicas-. Y ésta produjo en nuestro suelo figuras de la talla de san Isidoro de Sevilla, cuyas “Etimologías” eran compendio del saber y del hacer. Y de otros prohombres hispanos, como Juan de Biclaro, Martín de Praga, Braulio de Zaragoza, Julián de Toledo, Valerio del Bierzo, etc…
Los monasterios se tornan centros de la cultura y de la agricultura, del paisaje y del paisanaje. Y van iniciando en sus escuelas, junto con las de los obispados, el movimiento universitario. Es decir, que el por algunos denostado nacional-catolicismo resultó ser la plantilla y esbozo del futuro de España. Futuro que, aunque nublado por nuevas invasiones africanas, nos marcará con un sello indeleble, hasta tal punto que no estamos seguros de la pervivencia de nuestra nación si ésta dejara de ser cristiana.

Alfonso Gil González

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