Desde mi celda doméstica
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viernes, 8 de mayo de 2015

LA PREGUNTA QUE NO CESA


La pregunta que no cesa


A los inicios de un curso, a mis alumnos madrileños que ya terminaban el bachillerato, empecé preguntándoles sobre qué podíamos saber, o qué debíamos hacer, o qué nos cabe esperar, pues consideraba que eran interrogantes que todos nos hacemos y que pueden reducirse a uno solo: ¿Qué es el hombre o qué soy yo que soy hombre? En realidad, es la pregunta más difícil que podemos hacernos, les decía, porque las respuestas que se han dado a través del tiempo nos sumen en la perplejidad. Desde el hinduismo, que afirma que somos lo más pequeño de lo más pequeño y lo más grande de lo más grande, hasta el Concilio Vaticano II (1964), que dejó escrito cómo el enigma de la condición humana alcanza su vértice en presencia de la muerte, hay una serie de pensadores que han intentado dar respuesta, precisamente, a ese enigma que es el hombre.
Lo primero que  llama la atención tras atenta lectura de sus escritos es la gran variedad y disparidad de afirmaciones que se han hecho, y se siguen haciendo, sobre el ser humano. Y, porque no todos los autores se expresan de modo semejante, es tarea del creyente reunir y concertar todas las voces para sacar al hombre de la simplicidad o desfiguración de tanto lenguaje unidimensional. Y es que hay respuestas diferentes y diferentes lenguajes en las respuestas porque, en realidad, se refieren a preguntas bien distintas. Por ejemplo, preguntar cómo se desarrolla la concepción y generación del ser humano hasta su nacimiento, o cómo y cuándo apareció el hombre sobre la tierra, o por qué existe el hombre, son tres maneras distintas de preguntar sobre la misma realidad humana, pero no interesadas en el hombre mismo, sino en aspectos específicos del ser humano. De ahí que ni siquiera todas las ciencias valgan para formarnos una respuesta cabal de lo que se ha llamado el “animal racional”.
Podemos, desde luego, estudiar al hombre objetivamente, como estudiamos las demás cosas de la naturaleza, como una cosa más. Pero también podemos hacerlo contando con su subjetividad, es decir, teniendo en cuenta que el hombre por quien preguntamos somos también nosotros que preguntamos. No es suficiente el hombre objeto de estudio, mas sí el hombre que estudia al hombre. La pregunta por el hombre viene rebotando de siglo en siglo a los largo de la historia y a lo ancho del mundo. Claro que la ciencia ha contribuido a esclarecer la pregunta a que nos referimos, pero ninguna puede resolver el problema del hombre, hasta el punto de que cualquier descubrimiento científico no es sino un nuevo replanteamiento de la pregunta.
Y es que es el hombre el que pregunta por el hombre. Aunque hay que reconocer que podemos escamotear la pregunta y vivir distraídamente.

Alfonso Gil González

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