Desde mi celda doméstica
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viernes, 8 de mayo de 2015

PARADOJA NAZARENA


La paradoja nazarena


Cada año, me pide el Presidente de los “moraos” que añada unas letras a esta revista de EL NAZARENO. Y he pensado que en lo nazareno, como en su lugar de origen, Nazareth,  hay una paradoja evangélica que debemos aprender, sobre todo, los que nos decimos cristianos. Y es la siguiente.
Aquellos fariseos, saduceos, escribas y sacerdotes, pensaban que, puesto que Nazareth era una aldea incógnita e innominada en la Biblia, de tal lugar no podía salir nada bueno, como bien contestó Natanael a la invitación de Felipe para seguir a Jesús. Pero, como vosotros sabéis, de allí salió Jesús el Nazareno.
Nuestro Nazareno era un laico, como la mayoría de los creyentes, y, sin embargo, él es el único y eterno sacerdote, puente entre el cielo y la tierra, entre el Padre Dios y el resto de sus hijos, y de toda la creación. No creo que tal laico fuera al centro teológico de Jerusalén para ampliar estudios, y, no obstante, todos le llamaban rabí, maestro. Y, si es propio de los maestros enseñar la verdad, nuestro Nazareno es la Verdad suma.
Este nuestro Jesús de Nazareth, que no era sacerdote judío, ni maestro profesional, enseñaba públicamente cómo había que tratar al personal, cómo debía leerse la palabra de Dios, cuál era el significado de la ley, de la justicia, de la vida, de la muerte, del dinero… Pero, lo más importante, enseñó qué sea el Hombre y qué sea Dios.
Para venir de Nazareth, era demasiado. A lo mejor, o a lo peor, también es demasiado para nosotros, acostumbrados como estamos a la seguridad de las normas, a la obediencia. Mas nos hemos apuntado a ser nazarenos. Es de suponer que, con tanto rozarnos con el gran Nazareno de la historia, algo suyo se nos pegará en el alma, y algo de su vida y pensamiento lo iremos transmitiendo a nuestros congéneres. Esto es lo que justifica nuestra existencia cofrade.

Alfonso Gil González

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