Desde mi celda doméstica
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miércoles, 6 de mayo de 2015

MÚSICA SACRA Y VIDA COFRADE


Música sacra y vida cofrade


Me llama Alfonso Ciudad y me pide le escriba un artículo para la revista de la Cofradía de la Pasión de Cristo de Cehegín. No puedo negarme a quien veo interesado, desde su primer momento, por la grandeza, formación y esplendor de la benjamina de las cofradías cehegineras. Pero, a través de la conversación mantenida telefónicamente, me he percatado de un aspecto esencial para que grandeza, formación y esplendor cofrades sean distintivo en la que preside su honorable padre y amigo mío de la infancia, Paco Ciudad. Sobre todas esas cualidades debemos resaltar una, a cuyo servicio éstas deben estar. Y es el compromiso evangelizador.
Dicho esto, a nadie sorprende la capacidad que la música coral tiene para manifestar la vida interior y la proyección exterior de una comunidad de hermanos. Bastaría dar una panorámica sobre el mundo cultural para percatarnos de que no hay manifestación colectiva humana que no exprese su vida y mensaje a través del canto. Más aún, si ese colectivo humano lo es profundamente religioso. Hombres y mujeres de todo credo y nación vuelcan sus alegrías, sus penas y esperanzas por medio de la voz que canta glorificando a Dios e invitando a los demás a ese mundo celeste e interior, a un tiempo, en que almas y ángeles concuerdan armoniosamente el más divino de los lenguajes.
Si tenemos en cuenta la facilidad que hay en los niños para captar el mundo circundante, debiera ser preocupación nuestra el de transmitirles el más bello mensaje, cual es el evangélico, con la forma más bella de expresión: la música. Y no me refiero a la creación de bandas de tambores y cornetas, que en ello parece que las cofradías intentan superarse, sino a la creación de coros en los que puedan degustar la alabanza a Dios junto con la propia formación cristiana. Hoy se dispone de la suficiente polifonía sacra para que el canto les ayudara a la asimilación esencial del Mensaje. En este sentido, me resulta tristísimo la oposición de algunos capellanes a la creación de escolanías. No nos damos cuenta de que son los niños los grandes beneficiados. 
Afortunadamente, las grandes Hermandades de España ya son conscientes de esto. Se han preocupado de los trajes, de los tronos, de la disciplina procesional, de la digna catequesis visual que todo ello supone al espectador. Pero también se ha tomado conciencia de la dignidad del culto, de cómo participar más activamente en la liturgia, haciendo a ésta más atrayente para una juventud que se les escapa de las manos. Pues bien, yo confío en que las cofradías cehegineras den este paso de la incorporación del canto coral en su vida interna. Y, si no todas, sé que esta Cofradía de la Pasión de Cristo  no echará en saco roto estas sencillas reflexiones de quien algo entiende en estos temas, dando prontamente este paso necesario, al que, sin duda, imitarán el resto de sus hermanas semanasanteras.

Alfonso Gil González

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