Desde mi celda doméstica
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jueves, 3 de septiembre de 2015

FLORECILLAS ALFONSINAS (Capítulo Septuagesimosexto)

Capítulo LXXVI


La muerte de Paco

Abril de 2001 nos despertaba con los gritos de auxilio de una vecina. Era una extranjera. La llamada a la policía resolvió el asunto, más escándalo que otra cosa.
Recibimos la visita de Bautista y Maria Jesús de Teruel. Ya hablé de ellos. Hernández Romero era una familia muy conocida por el padre Alfonso en sus tres últimos años de teología. Era uno más de ellos. Le querían de verdad.
También nos visitó, por estos días, los tíos Gonzalo y Maite, camino de Cazorla, donde pasarían la Semana Santa. Ellos vivían en Tres Cantos (Madrid). Gonzalo siempre se portó muy generosamente con nosotros.
El 9, entrevistaba mi padre, para la televisión local, al entonces Presidente de la Comunidad Autónoma de Murcia, ya nombrado en el capítulo anterior. Pero, al día siguiente, mis padres tuvieron que marchar a Madrid, para dar el pésame a la familia López Civanto, y asistir a la Eucaristía celebrada por el alma de Paco, un hombre que, cuando su hijo mayor estuvo tan gravemente enfermo, no faltó un día, durante ocho meses, en ir a estar junto a la puerta de su habitación, en el Hospital de la Princesa, por si teníamos necesidad de algo que él pudiera cubrir. Ese gesto fue, especialmente para el padre Alfonso, una demostración de la bondad de Dios, un signo cotidiano de que no abandonaría jamás a su hijo. De hecho, le apreciaba como a un santo en vida.
El 17, llevó a su sobrina Isa y a su madre Paquita a Albacete, pues Isa tenía que efectuar una instancia para dar clases en Castilla-La Mancha. Ese mismo día, mi padre envió un telegrama al Obispo de Cartagena-Murcia, Manuel Ureña Pastor, por el fallecimiento de su madre, uniéndose a él en el dolor y en la oración.
El 20, llama, desde Vigo, Rosa María Soriano Foj, hija de su madrina de Ordenación Sacerdotal y Misa en Teruel, allá por 1967. La notó muy cambiada y comprensible. Le dijo a papá que estaba estudiando teología y que tenía un hijo que podía ser un perfecto “cura casado”. La familia Soriano Foj compartía con la Hernández Romero la amistad de fray Alfonso en aquellos años turolenses.
El 24, escribe en su Diario: Voy a procurar que los símbolos no sean recuerdos del pasado. Dios es Dios de vivos, no de muertos. 
El 1 de mayo de 2001 comía en casa Ramón Cano de Gea, aquel argentino del que dejé escrito que se encontró con mi padre, y éste le entrevistó para la televisión local. Resulta que se llevó el vídeo a Argentina, y mostró su entrevista a familiares y amigos. Y, hasta hace poco, solía revisualizar la entrevista, porque decía que le acercaba una vez más a este su pueblo de Cehegín. Pero, esta vez, vino en persona a darle las gracias al padre Alfonso.
Juanjo Gómez es un amigo de mi padre desde el día que se conocieron. Ambos formaron un grupo de oración que, semana tras semana, se reunían para la lectura, estudio y meditación de la Sagrada Escritura, bien en el monte –Cehegín está dotado de un bellísimo bosque de pinos-, bien en el Parque, bien en la huerta, bien en las casas particulares. Esa amistad en el Señor de los dos amigos perdura hasta el día de hoy, y ellos sabrán el gran bien espiritual que han dado a cuantos se les han acercado.
El 7 de mayo, anota en su diario: A la Semana Santa le conviene recuperar el sentido de “cofradías”, dejando definitivamente los “clanes familiares”. Pero esta fue una lucha que no consiguió en sus dieciséis años presidenciales.
El 12, se personaba en casa la Junta Directiva de la de Hermandades Pasionarias de Cieza, acudiendo igualmente los presidentes de las Cofradías de Cehegín, y la Banda de Música. Todos ellos, con el estandarte de Cieza al frente, se dirigieron, con sus esposas, a la iglesia de La Soledad, donde el párroco, José Gil, celebró la Eucaristía. A su término, mi padre hizo entrega del testigo del Día del Nazareno al presidente ciezano, Rafael Salmerón Pinar, en presencia, además, de representantes de Alhama de Murcia y de Bullas.
Al día siguiente, se presentaron en casa David, Nieves, sus hijas, sus yernos y su nieto Alberto. Vecinos nuestros de Madrid, de la calle Colomer 5, habían venido a visitarnos. Fue una agradabilísima sorpresa.
No menos agradable fue la entrevista que hizo a su amigo José Moreno Hernández, en su casa de Calasparra. Famoso flautista, entonces jubilado, de la Orquesta de Radio Televisión Española, fue muy interesante su emisión en la televisión local. El 22, escribía en su agenda: Es una gran suerte haber grabado de la TV tantas cosas, tantos acontecimientos, tantos conciertos, tantos países… Bien empleado, el vídeo nos permite tener la mejor biblioteca, la mejor discoteca, la mejor agencia de viajes…
Escribe el 24: Trabajo en el confección de un Evangelio Concordado bilingüe, que deseo me ayude a mí y a los demás, para sentar las bases de una eclesiología más conforme al kerygma fontal.




Deshaciendo entuertos y viaje a Orense

Junio de 2001 lo dedicaría a entrevistarse con aquellas personas que pudieran ayudarle sobre los pasos a seguir en relación con las irregularidades halladas en las cuentas de la Semana Santa de los años anteriores a su Presidencia. En tal sentido, fue recibido el alcalde, Pedro Abellán Soriano, y visitó al tesorero de la Cofradía de los “verdes”, Alfonso Ciudad, a fin de facilitar la solución del problema creado en la gestión administrativa.
El 16, asistía, en la Casa de la Cultura, a la charla que impartió El Soro sobre su época de torero. 
Entre las entrevistas que efectuó para la televisión local, cabe destacar la realizada, el 28, al Presidente de la asamblea Regional, Francisco Celdrán Vidal.
Nota importante en su agenda del mes de julio de 2001, la Misa de Ordenación Sacerdotal de Sebastián Chico Martínez, ya nombrado, en la iglesia parroquial de Santa María Magdalena de Cehegín. Fue el día 7. Presidió el Obispo de la Diócesis, Ureña Pastor. Y, al final de la cual, hubo un ágape en el patio de la Casa Parroquial. Este acontecimiento tuvo un triduo de preparación, predicando David Martín Robles en la Parroquia de San Antonio, Antonio Martínez Sánchez en Ntra. Señora de las Maravillas, y el vicario episcopal, José Abellán Ibáñez, en Santa María Magdalena. Todos ellos, sacerdotes del pueblo.
El 8, recibió la visita de su compañero de Colegio Seráfico, Francisco Torres Monreal, que vino con su esposa y pasaron todo el día con nosotros. Con él visitó las pedanías de Canara, Cañada de Canara y La Carrasquilla, y el casco antiguo ceheginero, que es una auténtica joya arquitectónica y catastral. La más grande de la región murciana.
El 15, recibe la visita de Rosa María Hernández, hermana de la María Jesús ya mencionada, y de su esposo Miguel. Venían de la playa, ya de vuelta a Zaragoza. Mi padre los había casado, años atrás, en la iglesia franciscana de Teruel, y en casa se conserva una bella fotografía de aquel feliz evento.
El 26, acompañado de Pepe Sáez y Rufino Ruiz, fue a Cieza, Murcia y Guadalupe, para resolver asuntos propios de la Semana Santa. En Cieza, encargaron nuevos varales para el estandarte de la Junta Central; en Murcia, escogieron el regalo litúrgico para el nuevo sacerdote Sebastián, ya mencionado, y, en Guadalupe visitan al escultor de la Verónica para encargarle su reparación.  De vuelta a Cehegín, comieron en la Venta “Alegría”.
El 30, nos lleva, a mí y a unas amigas mías, a Orense, donde participaríamos de un voluntariado a favor de personas mayores. Nos detuvimos en Madrid. El padre Goñi, de nuestra antigua parroquia, aportó diez mil pesetas como ayuda del viaje. Nos detuvimos, también, entre Madrid y Orense, para comer algo. A Orense llegamos a media tarde. Tras dejarnos en la casa parroquial de Velles, con cementerio incluido, regresó con mi madre, pasando por Santiago de Compostela. Aquí se encontró con el padre José María González, que les hizo de cicerone en la visita a la catedral. Marchó, luego, a Lugo, Tordesillas y Madrid, donde descansaron.
El 4 de agosto, ya en Cehegín, participa en la cena-despedida del párroco Gil Llorca, que marcharía a la Argentina. Vendría en su lugar Vicente Hernández Chumillas.
El 11, viaja con mi madre a Alicante. Comen en casa de la familia Marco Vera. Con ellos van a Villajoyosa para visitar a Vicente Lucendo, que está en una residencia de ancianos, abandonado de sus hijos, y hecho un guiñapo humano, sufriendo y sin conocer a nadie. De vuelta a Alicante, se detienen en Campello para visitar a Emilio y Puri. Emilio, en tratamiento oncológico, tenía una depresión maligna. Y, en Alicante, me recogen a mí, en la Estación de RENFE, y a las demás amigas que regresábamos de Orense. Papá escribe en su agenda: Señor, sólo Tú puedes lo que no podemos los demás. ¡Actúa, por favor!
Al día siguiente, hablaría con el padre javeriano que estuvo con nosotras en el voluntariado. Mi padre quedaría más tranquilo.
El 16 de agosto, asiste con su amigo Torres al recital de piano que su hija María Teresa dio en el salón de actos de Cajamurcia, en Cehegín.
El 22, nos visitan los Mora, que venían de Huelva. Con nosotros pasaron la tarde y la noche. Al día siguiente partirían hacia Onteniente. Ese mismo día, visitaron a papá los hermanos José y Mariano Martínez Cano, compañeros suyos de religión y sacerdocio. Juntos comieron en el Bar Sol de Cehegín, y luego siguieron viaje a Almería.
El 24, recibe carta del Hermano Pablo Álvarez, de la FEF, que había sido ordenado sacerdote ortodoxo por la Iglesia Autocéfala Ucraniana. Con el tiempo llegaría a ser Obispo de la misma.

En alabanza de Cristo. Amén.

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