Aprender la diferencia
De muy niño aprendí la diferencia
de las cosas de aquí a las del Cielo;
si por éstas se tiene tanto anhelo,
las de acá sólo dan indiferencia.
Es, por ello, que tengo la paciencia
de no guardar la caña ni el anzuelo,
y esperar cada día que el señuelo
me dé del mar de Dios algo de ciencia.
Aún veo mi cesto tan vacío,
tan falto de alimento sobrehumano,
que me da por llorar, mas me sonrío
viendo cómo mi esfuerzo cotidiano,
en medio de este mundo, que es un lío,
lo bendice, oh mi Dios, tu santa mano.
Alfonso Gil González
Cehegín, 2013