SEGUNDA ESTACIÓN
*
Y carga mi Jesús la cruz pesada
de todas mis mentiras y pecados,
y veo que sus pies están dañados
y, de golpes, su cara profanada.
Sus ovejas, por miedo, en la majada.
Va buscando corderos extraviados,
que hoy gritan cual lobos alocados
al paso del Pastor sin su manada.
Ahí va el Cordero inmaculado
borrando los pecados mundanales
con sangre que le mana a borbotones.
Con corazón aún empecatado:
“Abre, Dios, para mí tus ventanales,
bendíceme con todos tus perdones”.
Alfonso Gil González
Cehegín, 2013