A DIOS POR EL AMOR
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De verte triste por tontuna tanta,
la vida se me queda compungida.
No des a la torpeza bienvenida,
más bien dala a la palabra santa.
Mira que si el alma no te canta,
es culpa de no amar, adormecida
por tu ego, que impide la salida
al jardín del amor, de que se espanta.
¿Qué sabe él de música ni flores?
¿Qué sabe de gozos ni alegría?
Sólo sabe de odios y rencores.
Si, pues, es Dios a quien tu ser ansía,
desecha la tristeza, los temores,
y dí el “hágase” como María.
Alfonso Gil González
Cehegín, noviembre 2015