PARA VOS NACÍ
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A nadie el corazón, oh Cristo mío,
no, que tampoco a mí me pertenece.
Lo veo, poco a poco, que fenece,
no siendo de razón lo hiciera impío.
Cuántos años por sendas de desvío…
y yo, erre que erre, con mis trece,
en medio de un mundo que enloquece
al tiempo que quedándome vacío.
El fuego de tu hogar sus llamas mece
llegando su calor hasta mi frío:
todo yo en tus brazos se adormece.
Si ves que d´ellos en huir porfío,
aprieta contra Ti, que m´enternece
el dulce calor de tu suave estío.
Alfonso Gil González
Cehegín, noviembre 2015