Mi Cristo amado
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Estás de pies y manos enclavado
tras buscar esta oveja tan perdida,
y, pues, así la tienes redimida
contigo he de morirme transformado.
Ya ves que vivo entrelazado
por los goces y penas de la vida,
que con duro bregar hallo comida
y tengo el corazón debilitado…
Me traes hasta Ti, crucificado;
las llagas de tus pies ensangrentadas,
tus manos veo y tu fiel costado.
Ya no he de volver a mis andadas,
ni mirar hacia atrás, Jesús amado.
Apaga, pues, mis ansias alocadas.
Alfonso Gil González
Cehegín, noviembre 2015