Desde mi celda doméstica
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domingo, 6 de noviembre de 2016

GENIOS DEL PENTAGRAMA... 3

Ludwig van Beethoven

Sinfonía n. 9 en re menor op. 125 "Coral"

El crítico musical Luis Algorri escribe lo siguiente:
En 1823, la Sociedad Filarmónica de Londres propuso a Beethoven la composición de una sinfonía por la que habían de pagar 50 libras. El maestro aceptó "con placer", a pesar de que habían transcurrido 11 años desde que terminara la "Octava" y de que la sordera lo mantenía ya casi aislado del mundo. El trabajo no fue fácil. Beethoven imaginó una arquitectura gigantesca que expresase mucho más que notas musicales: buscaba un verdadero manifiesto ético, la proclamación de un mensaje universal de adhesión fervorosa a la comunidad humana, y para eso necesitaba muchos más medios que cuantos le ofrecía la forma sinfónica ordinaria. Abrumado, el genio de Bonn interrumpía constantemente el trabajo, desandaba lo andado e introducía con frecuencia elementos nuevos que alteraban esencialmente la estructura original; la idea de terminar con un grandioso movimiento coral, por ejemplo, toma cuerpo con la obra bastante avanzada, aunque Beethoven llevaba pensando en poner música a la "Oda a la Alegría· de Schiller desde hacía más de 20 años.
Este final de coro y solistas es, sin duda, el gran protagonista de la obra, y puede decirse que los tres fragmentos anteriores preparan al oyente para el inmenso mensaje final. El primer movimiento, que empieza con 16 compases de quintas vacías -una audacia increíble para la época que muchos críticos no entendieron-, refleja el estado desesperado de la humanidad y toma como referncia la figura simbólica del Tártaro.
El segundo, según la tradición, había de ser un alegre scherzo; Beethoven introduce un molto vivace que continúa la idea del movimiento anterior y que expresa las dificultades y distracciones que han de superarse en la carrera hacia la felicidad. 
El tercero es un sereno canto de piedad que presenta a la religión como refugio.
Al principio del cuarto vuelven las tintas negras, entreveradas con recuerdos de los temas anteriores y con el grandioso tema de la "Alegría". Cuando parece que las sombras están a punto de lograr la victoria, estalla la voz del barítono ("¡Amigos, fuera esos tonos!") y comienza la impresionante "Oda" de Schiller.
El estreno, el 7 de mayo de 1824, en el National Holftheater, fue uno de los mayores éxitos que Beethoven alcanzó a ver... aunque no a oír, porque estaba ya completamente sordo. Queda la duda de si la Sociedad Filarmónica de Londres pagó o no las 50 libras en que contrató la composición de uno de los más altos momentos de la música universal.


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