La torpeza de los celos
Tú guardas desde muy joven
pensamientos poco puros,
pensamientos tan oscuros
que no hay quienes ellos troven.
Tiendes a juzgar muy mal
a quien se muestra sincero,
y yo, que no soy certero,
te temo cual vendaval.
Cual vendaval que arrebata
las hojas del árbol triste,
los gozos que no tuviste
por tu pensar de beata.
Beata, sí, que no santa,
que los santos son felices
sin bodas y sin perdices,
mas con ¡alegría tanta!
Tanta alegría rezuman,
vayan lentos o deprisa,
que su faz es de sonrisa
mientras en Dios se consuman.
Consumámonos así,
al tiempo que caminamos.
En Dios lo somos y estamos.
¡El cielo comienza aquí!
Alfonso Gil González
Cehegín, 2016