Amor a la Patria
El mejor maestro del patriotismo es San Agustín: "Ama siempre a tus prójimos, y más que a tus prójimos, a tus padres, y más que a tus padres, a tu patria, y más que a tu patria, a Dios", escribe en De libero arbitrio. "La patria es la que nos engendra, nos nutre y nos educa... Es más preciosa, venerable y santa que nuestra madre, nuestro padre y nuestros abuelos", dice otro texto del mismo libro. "Vivir para la patria y engendrar hijos para ella es un deber de virtud", se lee en La ciudad de Dios. "Pues que sabéis cuán grande es el amor de la patria, no os diré nada de él. Es el único amor que merece ser más fuerte que el de los padres. Si para los hombres de bien hubiese término o medida en los servicios que pueden rendir a su patria, yo merecería ser excusado de no poder servirla dignamente. Pero la adhesión a la ciudad crece de día en día, y a medida que más se nos aproxima la muerte, más deseamos dejar a nuestra patria feliz y próspera", escribe en una de sus cartas.
He aquí un sentido completo de la patria. La que engendra es la raza; la que nutre, la tierra; la que educa, la patria como espíritu, a la que se quiere tanto más cuanto más tiempo pasa, es decir, cuanto más la conocemos. No es meramente la tierra, como decía un anarquista que llevaba a su hijo a una frontera para hacerle ver que no hay apenas diferencia entre una nación y otra. No es tampoco meramente un ser moral, puesto que ha encarnado en los habitantes de un territorio. Pero no es tampoco una conciencia colectiva, como quisiera Renan. No es una superalma. Es más que el Estado, porque éste puede sernos opresivo y explotador, y no pasa de ser el órgano jurídico y administrativo de la patria. Si nos persuadimos o se persuaden sus gobernantes de que los intereses del Estado tienen que ser justos por ser del Estado, haremos con la patria lo que con la mujer o con los hijos a quienes se lo consintamos todo por exceso de amor, y es que los echaremos a perder.
Vivamos, pues, para la gloria e inmortalidad de la patria. No será inmortal si no la hacemos justa y buena.
(Ramiro de Maeztu, Defensa de la Hispanidad)