Quiero que os fijéis conmigo en el famosísimo ADAGIO de Albinoni.
Es una interpretación maravillosa, no importa de quién.
Ese diálogo entre las cuerdas, esa melodía celestial, esa conversación con el órgano...
El hombre estaba necesitado, entonces, y ahora muchísimo más, de la búsqueda de lo inefable.
Se trata de cerrar los ojos, de guardar un absoluto silencio, de interiorizarnos lo más posible.
Esta música no está hecha para el desprecio, sino que es un valor, una joya, un puente para el acceso a lo imperecedero, a lo eterno, a lo que verdaderamente somos.
Y... ¡ya me dirás!