La mano seca
La restauración de una mano seca es contada por los tres sinópticos: Mateo 12, 9-14, Marcos 3, 1-5 y Lucas 6, 6-10.
Estaba Jesús un sábado en la sinagoga, y uno de los que estaban allí tenía una mano muerta o seca. Algunos, para acusarlo, le preguntaron si era lícito curarla en sábado. Pero Jesús les contestó con otra pregunta. ¿Qué hombre habrá que, si tiene una oveja y se le cae a una fosa en sábado, no hará lo posible por rescatarla? ¡Cuánto más vale un hombre que una oveja! Luego es lícito hacer bien en sábado. Los fariseos callaban. Pero Jesús los miró airado y compadeciéndose de que tuvieran un corazón tan duro. Porque Jesús conocía sus pensamientos
Seguidamente, le dijo al hombre de la mano enferma que se levantara, se pusiera en medio y la extendiera; él obedeció y, al instante, quedó tan sana esa mano como la otra.
Pero los fariseos, al salir de la sinagoga, llenos de insapiencia, se reunieron para ver qué hacían contra Jesús, cómo matarlo.
Alfonso Gil