BIENAVENTURANZAS
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Felices los que, pobres, Te desean,
pues puedes Tú llenarles su vacío:
Ese pozo de hambre y de hastío,
que hace a los humildes que lo sean.
Dichosos cuyos rostros se hermosean
de lágrimas, de miedos y de frío:
esas perlas crueles que el impío
cultiva por que ellos las posean.
Bienaventurada misericordia
de limpios, pacientes y pacíficos,
cuyos ojos a Dios tienen presente.
Dichosa y feliz esa concordia
de tantos y tantos paralíticos
que forman ese cielo tan ausente.
Alfonso Gil González
Madrid, octubre 1996