Desde mi celda doméstica
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lunes, 23 de mayo de 2016

FE Y SOCIEDAD... 2

Dios y el drama humano

Hoy hablamos con Manuel Fraijó Nieto, teólogo cordobés que ha recorrido el mundo enseñando. Le pregunto sobre qué hay en el origen del ateísmo moderno. Me dice que un acontecimiento intracristiano, como fue la Reforma protestante. Y añade: Una Iglesia dividida era una Iglesia desmitificada en la que eran posibles diversas concepciones de Dios. Partiendo de este hecho, importantes sectores de la modernidad pasarán a no tener ninguna concepción de Dios. Profesarán abiertamente el ateísmo.
Por cierto, ¿qué es eso de la "provocación hegeliana"?
El ateísmo humanista siente pasión por el hombre. Es ateo porque no logra compaginar la realidad de Dios con el drama del hombre. Lo que le escandaliza no es que en este mundo exista el mal, sino que haya TANTO mal. Hegel  sabe que su concepción de la historia, orientada irresistiblemente hacia una finalidad futura y superior, es deudora del cristianismo. La doctrina cristiana sobre la providencia coincide, según Hegel, con su idea de que la razón rige la historia del mundo. La historia universal se inicia en Oriente, pero termina en Occidente. Europa, dirá Hegel, es sencillamente el final de la historia. En ella, el Espíritu ha llegado a su plenitud. Gracias al influjo del cristianismo, la libertad no es ya patrimonio de un tirano, Oriente, ni de unos pocos que han logrado escapar a la condición de esclavos, Grecia y Roma, sino del hombre en cuanto tal.
Me interesa el tema de los humanismos ateístas, le digo. Y me ilustra:
Fue el desafío hegeliano el que condujo a una triple reacción o a tres clases de ateísmo humanista: Feuerbach, Marx y Freud. Los tres coinciden en considerar la idea de Dios como proyección. Todo aquello que el hombre desea y no puede alcanzar lo proyecta en un Dios lejano e inaccesible. El auténtico padre del ateísmo contemporáneo es Feuerbach. Se centra en el hombre. Su afán será liberar al hombre de todo posible rival, aunque éste sea Dios. "El hombre debe dejar de ser candidato del más allá para convertirse en estudiante del más acá", decía. El hombre sueña, pero proyecta sus sueños en Dios y se queda más pobre de lo que estaba. "Si el hombre no tuviera que morir, no habría religión".
Frente a Feuerbach, MARX insistirá en que el hombre es el mundo de los hombres, el Estado, la sociedad. Es ahí donde hay que dar la batalla. Son ellos lo que, al crear un mundo invertido, producen la religión. Dirá: "la miseria religiosa es, por una parte, expresión de la miseria real y, por otra, protesta contra esa miseria. La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el corazón de un mundo sin corazón, el espíritu de una situación carente de espíritu. Es el opio del pueblo".
La segunda corriente de ateísmo humanista afirma que este mundo, con su carga de injusticia y sufrimiento, no es reconciliable con la bondad y omnipotencia de Dios. Destacan Albert Camus y Dostoyevsky. La teología es consciente de que se trata de la objeción más seria a la que se enfrenta la idea de Dios. Es más: la misma teología es culpable de fomentar este género de ateísmo hablando muy abstractamente de la omnipotencia de Dios. Una teología que, sin tener en cuenta las luchas y sufrimientos de la historia, habla alegremente de la omnipotencia de Dios, se convierte ella misma en causa del ateísmo contemporáneo.
Filósofos como Nietzsche, Hartmann y Sartre afirman que Dios y la libertad humana se excluyen. Pero el Dios cristiano no coloca al hombre frente a un mundo acabado y perfecto; más bien llama al hombre a que transforme y perfeccione el universo. Es más, no sólo el mundo, sino también el reino de Dios está IN FIERI. De ahí que Pannenberg afirme que "la forma de ser de Dios es el futuro".
Veo que, ahora, le toca mojarse, profesor Fraijó. Y dice:
En el concepto de Dios coinciden esencia y existencia. La idea de Dios no es pensable sin su existencia. La pruebas de la existencia de Dios no demuestran que exista Dios, sino que el hombre lo necesita radicalmente. La teología es bien consciente de que Dios es un misterio que se resiste a todo género de pruebas. El ocultamiento de Dios es consecuencia de su trascendencia. Para Bonhöffer, ahorcado por Hitler, "un Dios, cuya existencia fuese constatable, no sería realmente Dios". Para Kierkegaard, la existencia del Dios cristiano no es objeto de prueba, sino de esperanza y confianza. La dialéctica cristiana se mueve, pues, entre el YA y el TODAVÍA NO, presente en todo el Nuevo Testamento. La salvación es ya real, pero no invade aún todos los ámbitos de la vida. es necesario esperar.
El ateísmo humanista fracasa ante la imposibilidad de dar una respuesta positiva a la pregunta por el sentido de la historia. En este fracaso le sigue muy de cerca el teísmo. Hay que dejar abierta la pregunta por su sentido último. Sólo en la verificación escatológica se rasgará el velo. El que no quiere saber nada de preguntas, difícilmente comprenderá lo que significa la palabra Dios. El reto más temible nos lo plantea la muerte. nuestra tradición religiosa más cercana, el cristianismo, ofrece una respuesta serena y esperanzada a la pregunta por el sentido de la historia: los muertos resucitarán.

Alfonso Gil González 
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