LA IGLESIA DEL SIGLO XX
Durante la primera mitad del siglo XX aparecen algunos signos de apertura de la Iglesia a la sociedad moderna, aunque todavía estaba muy presente la actitud de defensa y repliegue que se puso de manifiesto en el siglo anterior. León XIII había desarrollado una importante labor diplomática y reconciliadora entre las grandes potencias de su época. Impulsó los estudios bíblicos y abrió los archivos del Vaticano a los historiadores.
San Pío X (1903-1914) destacó por su preocupación pastoral, impulsando la catequesis y la música litúrgica. Pero, en materia social y doctrinal, no fue tan avanzado como su predecesor y no supo abrirse a la cultura contemporánea. En cambio, cuando tras la muerte de Benedicto XV (1914-1922) advino el papa Pío XI (1922-1939), éste promocionó las tareas de los laicos en la Iglesia a través de un gran movimiento llamado Acción Católica. Condenó los regímenes totalitarios: el fascismo, el nazismo y el comunismo. Y puso gran empeño en impulsar las misiones con la creación del “Domund”.
Pio XII (1939-1958) se esforzó con sus radiomensajes en impedir la II Guerra Mundial, pero empleó más la diplomacia que la denuncia profética, y no siempre obtuvo el resultado que los pueblos precisaban. No obstante, su privilegiada inteligencia anticipó la revisión eclesial y puesta al día en un mundo tan complicado como el que le tocó vivir. Y sería el 28 de octubre de 1958 cuando le sucedería el papa Juan XXIII, quien puso mano firme en la adaptación de la Iglesia al mundo moderno con la convocatoria del Concilio Vaticano II y con dos grandes objetivos: la puesta al día de la Iglesia frente a un mundo en plena transformación y la vuelta a la unidad de los cristianos.
A los 18 días de la muerte del “papa bueno” fue elegido como papa el cardenal Montini, que tomó el nombre de Pablo VI (1963-1978). Hombre de brillante inteligencia y elevada espiritualidad, prosiguió y clausuró el Concilio Vaticano II (8 de diciembre de 1965). De las muchas líneas de apertura que ofreció el citado Concilio, podemos destacar estas:
* Renovación de la teología.
* Apertura a otros cristianos y religiones.
* Apertura al mundo actual.
* Renovación de la vida litúrgica y celebrativa de la Iglesia, con la participación activa de los fieles, el empleo de las lenguas vernáculas en lugar del latín, adaptación de cantos y gestos que resultaban desfasados y utilización de un vocabulario más actual y expresivo.
Los papas sucesivos (Juan Pablo I -1978- y Juan Pablo II) continuaron con la aplicación de las normas conciliares, fruto de lo cual fue el auge y vitalidad de las jóvenes iglesias de América Latina y de África.
Alfonso Gil González