Órdenes mendicantes
Órdenes fundadas en los siglos XII y XIII, cuales fueron los Carmelitas, Dominicos, Franciscanos y los Ermitaños de san Agustín, en las que, en su origen, estaba prohibida la posesión de bienes a sus miembros y a los conventos.
Eso daba pie a que, por lo general, si el trabajo no era suficiente para el sostenimiento, se recurriera a la mendicidad, forma evangélica de asemejarse a los más necesitados.
Con el tiempo, la generosidad de los fieles fue favoreciendo una vida religiosa más adaptada a las necesidades espirituales de los creyentes, y se fueron adaptando a un mayor compromiso no sólo en la evangelización pura y simple, sino también a ayudar a la sociedad en la enseñanza de los jóvenes o en la solidaridad con los enfermos. Y no digamos nada con las Misiones populares o en el extranjero.
Hoy día, ya no se distinguen, fuera del espíritu fundacional, del resto de órdenes religiosas o asociaciones, pues no parece que tampoco lo exijan los tiempos.
De las órdenes mendicantes, la que durante más tiempo mantuvo el espíritu de pobreza y el compromiso ecológico fue la franciscana. Ello le acarreó una mayor aceptación entre los fieles y, aún, decir franciscanismo suena a vida evangélica, pobre, alegre y amante de la naturaleza, a ejemplo de san Francisco de Asís.