Al sol
Para y óyeme, ¡oh sol! Yo te saludo,
y extático ante ti me atrevo a hablarte:
ardiendo, como tú, mi fantasía,
arrebatada en ansias de admirarte,
intrépidas a ti sus alas guía.
¡Ojalá que mi acento poderoso,
sublime resonando
del trueno pavoroso
la tremenda voz sobrepujando,
¡oh sol!, a ti llegara,
y en medio de tu curso te parara!
¡Ay!, si la llama que mi mente alumbra
diera también su ardor a mis sentidos,
el rayo vencedor que los deslumbra
los anhelantes ojos alzaría,
y en tu semblante fúlgido, atrevidos,
mirando sin cesar los fijaría.
¡Cuánto siempre te amé, sol refulgente!
¡Con qué sencillo anhelo,
siendo niño inocente,
seguirte ansiaba el tendido cielo;
y estático te veía,
y en contemplar tu luz me embebecía!
Espronceda