Capítulo XXXVI
Compostela y el muro de Berlín
En julio de 1989 me acerqué al aeropuerto de Barajas, a recibir a Jesús Morea y familia, que venían de los USA, rumbo a Valencia. Ese día, 1, anoté en mi diario que “la libertad es amar según el espíritu de Dios, y la esclavitud amar según la carne”. El 9, para ir a dar el Cursillo a los profesores de religión de toda España, me desplazo hasta Santiago de Compostela. Iré en coche, hasta Lugo, por la nacional VI, y desde Lugo por la comarcal 547. Cerca de Santiago, como en el restaurante Garcas, en Labocalla. En Santiago, vine a hospedarme en el colegio La Salle, sito en la Rua de San Roque 6, y, después de cenar, doy un paseo con los profesores Teódulo Regidor y Victoriano Casas (¡Quién le iba a decir a este último que le quedaba un mes escaso de vida!). La habitación es la B1-9. El 19, escribo: “Domus mea tibi, Domine. Accipe illam”, que significa “Mi casa para ti, Señor. Acéptala”.
Agosto, en Cehegín, como casi siempre. Este año aprovecharía para pasar a máquina el libro encargado por la Editorial Bruño. La noche del 14 al 15, tuve un sueño en el que “dos jóvenes violentos, de Madrid, tras hablar conmigo, decidieron iniciar un camino nuevo, uniéndose a un grupo de otros jóvenes que se esforzaban por un mundo más conforme a la voluntad de Dios”. En la noche del 16 al 17, se produjo un eclipse total de luna, cuyo desarrollo duró unas cuatro horas. Sentados a la orilla del río Argos, nos quedamos todo ese tiempo contemplando el fenómeno.
De vuelta a Madrid, me entero de la muerte de mi compañero franciscano, Victoriano Casas. Había fallecido de una leucemia galopante, detectada al sacarle el dentista una muela. El 25, Julio Pinillos me llama para que intervenga en un programa de Radio Nacional –“Las cosas como son”- sobre los sacerdotes casados.
En septiembre, empezaría a trabajar en Ediciones San Pío X, mientras daba los últimos retoques al libro de texto que se me había encargado. La directora del Elfo me confirma que tengo clases para el curso 1989/90, pero no sé si aceptar. El 20, asisto a la reunión del Consejo Pastoral de la Parroquia, con posterior cena en el restaurante “Masgrande” de la calle Martínez Izquierdo 27. El 23, acudo a Majadahona, en cuya residencia de San Cristóbal, de los sacerdotes Operarios, se ordenó de presbítero José Lozano de las Heras. Ofició el Obispo de Plasencia.
El hecho de trabajar en Ediciones San Pío X me va a permitir introducirme y conocer el mundo de las librerías. Apenas habrá una librería madrileña que no visite.
En octubre, el padre Alfonso amplía sus visitas laborales a todos los colegios y parroquias. Abrió, así, un abanico de posibles clientes de las citadas Ediciones.
Reinicia el curso catequético con los vecinos. Va a continuar con la lectura y comentario del libro “Esta es nuestra fe”. El 21, asiste, en los Dominicos de Alcobendas, a la primera asamblea de COSARESE, un colectivo de curas y religiosos que va a luchar por que se les reconozcan los años trabajados en la Iglesia, de cara a su futura jubilación. El 26, entrega el libro terminado, que se publicará con el título “Cristianos en Iglesia”.
En noviembre, el 10 –fecha histórica-, se abrió el “muro de Berlín”, después de 28 años de su construcción. El 16, se produjo, en El Salvador, el vil asesinato contra los jesuitas de la Universidad Católica. Y, ese mismo día, era enterrada, en el cementerio civil de Madtid, la famosa “Pasionaria”.
Diciembre se abre, en Caldeiro, con un rato de Oración, preparatoria del Adviento y de la próxima Navidad. No he reflejado, hasta ahora, uno de los capítulos más importantes en mi vida, cual es mi relación personal, intensísima, con la Comunidad y la vida parroquial de Nuestra Madre del Dolor o Caldeiro. Todas las semanas me voy a reunir con distintos grupos para la oración y preparación litúrgica. A partir del 17, iré apuntando en el diario las “antífonas de la O”, del oficio divino, que suelo rezar cada día: “Oh, Sabiduría”…, “Oh, Adonai”…, “Oh, Radix Iesse”… “Oh, Clavis David””… “Oh, Oriens”… Siempre feliz.
El último día de 1989, el padre Alfonso celebró la Eucaristía en casa. Escribirá en su diario: “Gracias, Señor, por este año que termina. Si el próximo también me lo prestas, que sea para tu mayor gloria y bien de mis hermanos los hombres”. Deja en su diario, apuntadas alfabéticamente, lo que él cree que son las 25 PALABRAS más importantes: Amor, Ateismo, Belleza, Cristianismo, Democracia, DIOS, Evangelio, Fe, Gracia, Hombre, Iglesia, Justicia, Ley, Libertad, Mundo, Muerte, Oración, Paz, Pecado, Religión, Salvación, Unidad, Verdad y Vida. ¡Qué buenas homilías le saldrían al padre Alfonso de cada una de esas palabras!
Cambio de rumbo
Empieza 1990. He cambiado laboralmente de rumbo, el pasado año, al iniciar el trabajo de Ediciones SPX que, además, como veremos, me duró un año. El cambio de rumbo queda consolidado, este año, porque ya no volveré a mis clases de religión o de latín, aunque habrá un futuro intento de recuperarlas. El nuevo año lo empieza en el trabajo de visitar los distintos distritos comerciales de Madrid. De todos estos primeros días siempre destaco el día 6 de enero. Son días en que llevo la Comunión a los enfermos.
El 14, el secretario de la Embajada USA en Madrid, Ralph Chiocco, acompañado de su esposa Silvia, asisten con sus hijos Grace y Cecilia a la Eucaristía de Caldeiro, a la 1 de mediodía, en la que cantaba. Después, todos nos fuimos a su casa, donde comimos, pasamos la tarde, hablamos y escuchamos música. Naturalmente, Ralph y yo teníamos ilusiones y proyectos comunes, pues ambos éramos sacerdotes casados y ambos procedíamos de la orden franciscana.
El 26, participo con Eduardo Malvido en un programa de Radio Popular, para hablar sobre el “San Pío X” y su editorial. Me acerqué a la Embajada USA y, junto con Ralph, visité la exposición pictórica de la monja Isabel Guerra. Al siguiente día, la familia Chiocco vino a comer a casa, uniéndose Recio a los postres. El 31, compuse el siguiente soneto:
Se marcharon los días primensuales/con la fiesta de Bosco despedidos./De febrero, los suyos bienvenidos/si, tras ellos, quedaron inmortales.
Que Tú no nos los das como fatales/vigías de nuestros tiempos perdidos./Son de tu amor regalos compartidos:/la historia sabe de ellos a raudales.
Se nos fue este enero del Noventa/década que clausura dos mil años/de tu viaje, Señor, hasta nosotros.
Desde entonces, los unos y los otros/unidos blancos, negros y castaños/tu vida se celebra y se comenta.
En febrero, prácticamente, había visitado todo Madrid. Ahora me iba a imponer una selección de los Centros de interés y una búsqueda de nuevos Centros. El 8, el primer secretario de la Embajada USA rellenó un impreso de solicitud de trabajo a favor mío, por si se precisaba de mi colaboración. Se lo agradecí. El 25, lo paso con el grupo oriental en el “San Pío X”, ya familiar, pues era el intento de que, mensualmente, varias familias se reunieran para la celebración eucarística y la comida fraterna. El sueño seguía en pie, mes tras mes.
Como el pasado mes, intento componer un soneto, que empezaba así:
El loco febrerillo terminóse/y, raudas, sus jornadas ya volaron./Primaverales, ellas, se tornaron/…
Y lo dejé inconcluso. ¿Por qué?
En marzo cumplía 47 años. Escribí que el Señor me ha permitido cumplirlos. “Mucho más tiempo –dice- del que le diste a la higuera para ver si daba fruto. Aquí estoy, Dios mío, Tú sabes lo que haces”.
Localicé a Eduardo Gil de Muro, entonces responsable de las Misas televisadas por TVE-1, y le pareció bien el que se televisara la del día 10 de septiembre, en Cehegín. Por cierto, allí marchamos, el 16, con la familia Chiocco, y en su magnífica furgoneta. El 19, renuevo por seis meses más mi contrato con Ediciones SPX.
En abril visito innumerables parroquias, ofreciendo el material catequético de la Editorial. Esta Semana Santa la vivimos en Madrid. El Jueves Santo, vinieron de Huelva los Mora. Con ellos y con los Recio, de Tres Cantos, celebramos los Santos Oficios de estos días, y se creó una especie de asociación que, con el nombre de “Paz y Comunidad”, intentará revitalizar nuestra común espiritualidad familiar, abriendo las puertas a otras familias, especialmente de sacerdotes casados. Su “reglamento” se basaría en el “testamento de Cristo”, es decir, en los discursos y oraciones que el Evangelio de Juan narra en los capítulos 13 al 17. Además, se creó un fondo común, cuyo saldo se emplearía en atender compromisos sociales concretos. Se iniciaba así, sin siglas, la Federación de Iglesias Domésticas de España, a que me referí en anteriores páginas.
En mayo, el 6, fui con Antonio Agustín González Hidalgo al Auditorio Nacional, donde escuchamos el “Requiem” de Berlioz, que resultó sublime. Copio un breve texto que dejé escrito, el día 17: “Sólo en lo más profundo de su ser, el ser humano puede encontrarse a solas con Dios, pues allí ninguna otra criatura tiene acceso, por muy próxima que esté”.
El 27 –día de la Ascensión del Señor- nuestro hijo Daniel hizo su Primera Comunión. Era consciente de que nada vale nada en comparación del amor de Cristo, cuyo cuerpo y sangre acababa de recibir. Y el mes lo acabó el padre Alfonso en Hortaleza, con una comida a que le invitaron los peluqueros de la calle Colomer, Quintín y Paco. Como mayo es el mes dedicado especialmente a la Virgen María, fue poniendo en cada página de su diario, al pie, una de las palabras del “Ave María”, en latín. Curiosamente, al llegar al 31, tocaba poner “Amén”.
Para alabanza de Cristo. Amén.