Desde mi celda doméstica
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martes, 7 de julio de 2015

FLORECILLAS ALFONSINAS (Capítulo Trigesimocuarto)



Capítulo XXXIV


Material didáctico

Con el inicio de septiembre del 87, yo atendí el correo del Ordinariato e intervine en un programa de Radio Intercontinental sobre los sacerdotes casados. Con mis hijos varones, hago un viaje breve a Cehegín y paso allí las fiestas patronales. Pero, al siguiente fin de semana, tengo que ir a Sevilla. Allí, en el Colegio Salesiano de San Lúcar la Mayor, me reuní con el “ordinariato andaluz”. Fue un día profundo, fraterno y de fe, que concluyó con la celebración de la Eucaristía.
En octubre, acompañado de algunos curas casados, visito, en el Hospital “1º de Octubre”, en Madrid, al obispo Jerónimo Podestá, aquejado de una infección pulmonar que superará pronto. El 11, en la capilla del Colegio de Loreto, canté a unos novios el “Ave Maria” de Schubert. Anoto: “Necesito preguntarme más frecuentemente qué haría Jesús en mi lugar”.
En noviembre, prosigo mi actividad ecuménica oriental. El 16, recibo de Sevilla un material didáctico, hecho de madera, para distribuirlo por las librerías y colegios, y así sacarme unas pesetillas que ayudaran a la economía familiar. Dicho material estaba confeccionado por niños y jóvenes deficientes, y su distribución era, también, una forma de ayudarles. Por eso me animé a venderlo. El 22, consciente el vicario episcopal de haberse mermado la economía de casa, vino en nombre del cardenal Suquía a ofrecerme dinero. Pero no lo aceptamos. Queríamos trabajo, no limosnas.
En diciembre, Eduardo Malvido, de La Salle, me invitó a mi a dar una charla al grupo catequético de adultos. Les hablé sobre mi experiencia familiar. Siempre agradeceré estos gestos de solidaridad, que conmigo han tenido los del “San Pío X”. Algo sucedería el 15, para que el padre Alfonso escribiera: “Hoy es uno de los días en que parece que tienen más sentido aquellos versos de fray Luis de León: “¡Qué descansada vida!”. Y añade a pie de página: “Señor, te pido por mi esposa y por nuestros hijos”. El 19, el obispo Quiroga, de la iglesia anglicana, presidió la Eucaristía del “equipo oriental”. Habló sobre el ecumenismo visto desde el Anglicanismo. Al día siguiente, en Caldeiro, participé, cantando, en el festival de los ancianos. Me obsequiaron con un jarrón de porcelana fina. El 28, escribo: “Hemos llegado al máximo grado de pobreza económica”. Y añado: “Bendito sea Dios”.
El año terminó con una Eucaristía. Escribiré: “La eternidad y el tiempo son tuyos, Señor. ¡Gracias por este año que se va!”




Tensiones varias

Cada día de 1988 lo empieza el padre Alfonso con una frase bíblica, con un versículo del Nuevo Testamento.
Tras cada mes, no sólo va a anotar sus gastos, los gastos de casa, sino que, además, va a apuntar sus ingresos. Casi siempre superan los gastos a los ingresos. Con ese ahorro, ¿podría llegar a rico alguna vez? Siempre me alegró confiar plenamente en la Providencia. “Soy más pobre que estando en el convento”, decía con gozo franciscano. Sirva de ejemplo el cobro que hice, el 5 de enero de este 1988, en las oficinas del PPC, por la grabación del disco de “GRACIAS, MARIA”, del que ya hablé. Me pagaron en total diez mil pesetas. No sé si lo creerá alguien, pero así fue. Pero a me vinieron de perlas como ayuda de nuestros próximos “reyes”.
El 16, presidí en el Colegio ELFO  una Eucaristía funeral por la madre de una profesora. Me consideraban sacerdote a todos los efectos, y yo encantado de poder servir a una comunidad cristiana que me pedía mi ministerio. El 17, visito con Chaparro al arcipreste de la iglesia ortodoxa griega, de la calle Nicaragua, y nos llevamos una negativa impresión. En cambio, visitamos después a un sacerdote ortodoxo rumano, Teófilo Moldovan, en la calle Félix Boix 13, y, esta vez, quedamos satisfechos de ese contacto ecuménico. 
A la reunión del equipo oriental, del día 30, asistió un anciano sacerdote, abogado del Tribunal de la Rota, Enrique Javier, una especie de “Juan XXIII” en su bondad y en su físico. Yo presidí la Eucaristía. Dicho sacerdote me tenía un gran respeto. Vino a casa varias veces, y siempre gastaba bromas a nuestros hijos. Un día nos enteramos de que había fallecido repentinamente. Nos dolió.
En febrero, fuí a ensayar con el coro de jóvenes de Caldeiro. Ya había hecho el intento de crearlo para servicio litúrgico de la Parroquia. Pero, cuando vi que el coro podía continuar sin mí, lo dejé. El 6, anoté en mi “diario” el fallecimiento de la viuda del que fue Jefe de Estado antes que el rey Juan Carlos. Ella se llamaba Carmen Polo de Franco. Fue enterrada en el cementerio de El Pardo. El 18, en nombre del cardenal arzobispo de Madrid, su vicario episcopal, José Varas, me llevó un talón de cien mil pesetas, en concepto de indemnización por las clases que ya no impartía en el “San Pío X”. No obstante, los profesores del mismo siempre contaban conmigo, invitándome a todas sus reuniones.
Marzo va a ser un mes de estudio de la programación diocesana para el trienio 1988/1991. A causa de tener que ir al otorrino, por una muy aguda afonía que me impedía dar las clases, me entero de que mi tensión arterial está descompensada. A partir de ahora la controlaré con relativa frecuencia. Corté con la sal y las grasas. El 22, pude ir con la familia a Cehegín para pasar la Semana Santa, como de costumbre. Estando allí, abrigo la idea de crear una Federación de Iglesias Domésticas de España, a la que llamaría FIDE, pero tal federación está por realizarse al día de hoy. Demasiado talento para tan pocas fuerzas. 
El 1 de abril, escribo en mi “diario”: “Las Procesiones, cuando se viven dignamente, son un buen motivo de reflexión y de identificación cordial con la entrega a Nuestro Señor Jesucristo”. Ya en Madrid, sigo atendiendo la administración de la casa, acudo a las reuniones de los “Hombres de Negocios del Evangelio Completo”, a las del Moceop y a las del Ordinariato. Y me entrevisto con el obispo de la Iglesia Española Episcopal, Arturo Sánchez, que animó al equipo oriental a seguir respondiendo al Señor como presbíteros casados.
Mayo va a girar alrededor de la Primera Comunión de nuestro hijo Israel, efectuada en la iglesia parroquial y capilla de Caldeiro.
En junio, ayudo a mi esposa a corregir los borradores de los escritos martiriológicos de los Terciarios Capuchinos, que fue un encargo que le hicieron de pasarlos a máquina de escribir. El 25, acudimos a una excursión organizada por los sacerdotes del “ordinariato”. Estuvimos en Tarancón, Uclés, Segóbriga, Villarrubio y Fuente de Pedro Naharro. Aquí visitamos la cooperativa vinícola, merendamos y celebramos la Eucaristía.

Para alabanza de Cristo. Amén.

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