Concierto para Piano
Hoy nos hallamos en el Auditorio de Munich. Su Orquesta Filarmónica, al mando de Sergio Celibidache, del que ya hablamos, que la va a dirigir, sentado, va a interpretar el Concierto n.2 para piano y orquesta de Johannes Brahms. Ya está sonando su primer movimiento –allegro non troppo-. Al piano, Daniel Barenboim, una de las figuras más importantes de la interpretación de la música clásica, nacido en Buenos Aires, noviembre de 1942, de ascendencia judía y nacionalizado en Israel y en España. Toca, en esta ocasión, uno de los más grandes conciertos compuestos para piano. Del allegro ha pasado al allegro appassionato del segundo movimiento. El estilo de Brahms es inconfundible. Profundo, dramático, reflexivo.
Johannes Brahms había nacido en Hamburgo, un 7 de mayo de 1833. Se le considera el mayor representante del círculo conservador del romanticismo alemán. Él forma parte, junto a Bach y Beethoven, de una tríada germánica de la que escribió Hans von Bulow: Son los tres más grandes compositores. Todos los demás son cretinos. Sin duda, es una exageración, pero da idea de cual es la categoría de este compositor y de su obra. Como este Concierto que pasa a su tercer movimiento en un Andante iniciado por la orquesta. La amistad de Brahms con Schumann y, especialmente, con su esposa Clara, le da a sus composiciones pianísticas, que ella también interpretaba, esa delicadeza, ese feminismo por él tan deseado. Uno puede imaginarse a los tres amigos caminando juntos, mientras comentan sobre el arte más sutil. El Concierto acaba en un allegretto gracioso. Todo él está en la modalidad de Si bemol mayor. Brahms lo tocó el mismo día de su estreno. Habían pasado 22 años de la composición del primero. Brahms era así.
Alfonso Gil González