Capítulo LXVI
El crimen horrendo
Julio de 1997. Estamos de vacaciones, como cada verano, en el pueblo del padre Alfonso. Este año, nos toca ayudar un poco en la obra de remodelación de la casa del molino de la huerta, donde nos hospedamos. Una breve ida a Murcia, con visita a la Universidad, al Asilo de Ancianos y al Hospital de la Vega, y, de vuelta, a Burete. Ya en Cehegín, visita a Clara y Cristóbal, de los que hablé cuando mi padre estaba en Alicante. Otro hijo suyo había fallecido de accidente de coche en el mismo lugar que su hermano.
El 10 de julio, nos enteramos de un nuevo secuestro, perpetrado por ETA, en la persona de un concejal vasco, militante del Partido Popular, Miguel Angel Blanco Garrido. El hecho de que ETA amenazara con asesinarle tuvo a toda España en vilo: la Televisión, la Radio y la Prensa no hablaban de otro asunto. Pusieron los criminales la hora de ejecución a las 4 de la tarde del día 12. Confiábamos y rezábamos para que no se llevara a efecto. Una pena generalizada se adueñó de todos los españoles. Pero, a las 4 de la tarde, se llevó a cabo el vil asesinato. Se le llevó desde Lasarte hasta San Sebastián, donde fallecería en la madrugada del día 13, en el Hospital Nuestra Señora de Aránzazu. Con esa muerte, toda España moría un poco. Ya nada sería igual. El 14, un impresionante Funeral y Entierro del joven asesinado por ETA-HB. Todos los medios de comunicación no hablaban de otra cosa. España entera, incluido el Rey, manifestó su repulsa contra los asesinos.
Pero, el 15, iniciábamos con papá un viaje hacia Huelva, para visitar a Inés Mora, hija de Pepe y Asun, que se hallaba convaleciente de una delicada operación. Nos detuvimos en Vélez Rubio, Baza, Guadix y Granada. Visitamos la Alhambra. Descansamos en el Hotel Washington Irvin. De Granada a Los Marines (Huelva), nos detuvimos brevemente en Santa Fe, Loja, Estepa, Osuna y Sevilla. Ya en Los Marines, nos hospedamos donde los Mora. Con ellos visitamos la Peña de Arias Montano y el pueblo de Fuenteheridos. Soñando, gritó su hijo mayor: ¡Mamá! ¡Mamá! El 17, bajamos a Huelva, donde papá se reunió con otros amigos y compañeros del sacerdocio casado. Antes de acostarnos, dimos gracias al Señor.
El camino de vuelta a Cehegín, el 18, lo hicimos deteniéndonos en Antequera, Málaga y Torre Nueva. Desde Málaga a al Almería lo hicimos por la carretera de la Costa del Sol.
De nuevo en Cehegín, papá tuvo un sueño precioso, que agradeció al Señor por su inefable significado.
Los Mora nos devolverían la visita al mes siguiente.
El 21, mi padre cogía los primeros higos de pala de este año, mientras caía en Madrid una tormenta con más de mil quinientos rayos. El 24, separaría habas secas para hacer michirones. El domingo, 27, haría su primera transmisión televisiva de la Santa Misa celebrada en el Convento.
Entre julio y agosto, su hermana Mari Carmen organizaba un Cursillo de Música a nivel nacional. Mis hermanos y yo procuramos asistir a clases y conciertos por ella organizados, con profesores e intérpretes venidos de afuera. Pero, en agosto, mis padres regresaron a Madrid, pues el padre Alfonso tenía que trabajar en la notaría. Rafael, el primer oficial, ya había dejado de ir, harto de la fea actitud del notario. Éste se reincorporó al trabajo el 18 de agosto, y se llevó la sorpresa.
El 31 de agosto, nos levantamos todos con la triste noticia de la muerte, en París, de la princesa Diana de Gales, en accidente de coche. Curiosamente, el 5 de septiembre, moría en Calcuta la Madre Teresa, hoy canonizada, mientras preparaba un Funeral por su amiga Diana de Gales. El 6, ésta era enterrada en Londres. Siguió el acontecimiento por televisión media Humanidad. La misma Televisión adelantaba que los Funerales por la Madre Teresa de Calcuta serían al sábado siguiente. Coincidencias de la vida. Esa larga semana no hubo más noticias relevantes en el mundo.
Para más INRI, el 10 de septiembre se celebró el Funeral, en la iglesia de San Manuel y San Benito, por quien fue médico personal de Franco y de mamá, el doctor Pozuelo. Lógicamente, ella asistió. Y, ese mismo día, hubo un homenaje póstumo, en la Plaza de Toros de las Ventas de Madrid, a Miguel Angel Blanco, de quien hablé más arriba.
Septiembre del 97 se cerraba con la ayuda que Félix Barrena pedía a mi padre para que ensayara con las voces graves del Coro de Moratalaz. Cosa que hizo durante un breve tiempo para consolidar los inicios del citado conjunto vocal que su amigo sacerdote dirigía.
Prejubilación
El nuevo curso, octubre del 97, continuaba con la tensión y malestar en la notaría. Se hizo una reunión, sin el notario, para dar feliz salida a la situación creada. El nuevo oficial intentó en vano que el notario hablara con el padre Alfonso. Al contrario, se le entregó la carta de despido improcedente, que daría paso a las gestiones para su prejubilación. El notario le indemnizaría con algo más de tres millones de pesetas. Puesto al habla con Juan José Hijas, hermano del notario anterior, éste arregló los papeles de la demanda que habría que entregar en el IMAC, quedando citado para el 13 de noviembre. Papá aprovechará este tiempo de paréntesis para escribir sobre Religión. Iría al INEM para la solicitud de desempleo. Como gratitud por su buen hacer, papá regalaría a Hijas el libro Siguiendo a Jesús.
En Barcelona, el 4, se casaban la Infanta Cristina e Iñaki Urdangarín.
En Roma, el 19, se proclamó Doctora de la Iglesia a santa Teresita de Liseux.
Como en noviembre habían venido nuestros amigos Motolite para que su hijo asistiera a un cursillo en Alcalá de Henares, mi padre les atendió como merecían. Incluso, el 8, fue con éste al Auditorio Nacional, a un Concierto que dio la Philarmonia Orchestra, dirigida por Esa-Pekna Salonen. Ocupó la butaca 10 de la fila 8 de Tribunas.
El 18, intentará, con José Luis Andavert, de la Sociedad Bíblica, recuperar el programa de difusión de la Biblia Interconfesional.
El 24, recibía de Pepe Mora su tesina para que la corrigiera. Este amigo común, que era sacerdote casado, había tenido el cargo de Delegado de Cultura en Huelva, y ahora intentaba colocarse como profesor de filosofía.
En estos inicios del curso 97/98, un hijo aprendía encuadernación en sus ratos libres. Otro se apuntó a un voluntariado, que ejercitaba fielmente. Y un tercero asistía a diversos conciertos didácticos en el Auditorio Nacional. Y mamá continuaba con sus catequesis y visitas solidarias al Asilo de Ancianos. Papá, además, iba traduciendo textos bíblicos y construyendo un Diccionario para la Educación en la Fe, que quedaría inconcluso.
El 13 de diciembre, con el Orfeón Moratalaz, participa en el Concierto Navideño que se dio en la Parroquia de la Visitación, dirigiendo él la última obra. Concierto que se repitió en días sucesivos, terminando, el 21, en la Parroquia Nuestra Señora de la Peña, del barrio de Vallecas.
Al día siguiente, salíamos para Cehegín. Allí viviríamos, un año más, las vacaciones de Navidad. Al cerrarse el año 1997, papá anotará en su diario: “Señor, la despedida de un año debe ser la gratitud a tu gran misericordia para con nosotros:
GRACIAS, Señor, por todo lo que en este año me diste.
GRACIAS por las noches tranquilas y por las inquietas horas oscuras.
GRACIAS por la salud y la enfermedad; por las penas y por las alegrías.
GRACIAS, Señor, por la sonrisa amable y la mano amiga, por el amor y todo lo hermoso y dulce.
GRACIAS por la soledad, por el trabajo, por las dificultades y las lágrimas, por todo lo que me acercó a Ti más íntimamente.
GRACIAS por haberme dejado vivir este 1997.”
En alabanza de Cristo Amén.