Desde mi celda doméstica
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lunes, 17 de agosto de 2015

FLORECILLAS ALFONSINAS (Capítulo Sexagesimoquinto)



Capítulo LXV


Haciendo testamento

Empezaba el año 1997 dando gracias el padre Alfonso y deseando fuera un año nuestro: “tuyo y nuestro”. Que Te demos la gloria que de nosotros esperas.” Con especial súplica para sus hijos. 
Recibe a dos testigos de Jehová. Ya se sabe que los “pobres” no dan más de sí. Y le dejaron una de sus biblias.
Estas fechas se distinguen por la cantidad de regalos que se dan y se reciben. La comunidad de vecinos tendría con su “pastor” un hermoso detalle. Él diría al Señor: “¡Qué difícil hacer ver tu voluntad, y verla yo, y vivirla!”
Días de nevada sobre Madrid y de terrorismo etarra, como el del 8 de enero. Mi padre anotaría en su diario: “Señor, que no queden defraudados los que confían en Ti.”
Por la noche, nos iniciaba una serie de lecturas sobre personajes bíblicos y de la vida cristiana. Papá subrayaría: Creer que por la fuerza del Espíritu hoy se cumple esta Escritura es lo más difícil de aceptar.
El 13 de enero, escribe: “Nueva fase, Señor, pero que no haya huída, sino búsqueda de tu voluntad.” Muchas de estas frases carecen de sentido para el lector, incluso para mí, pero él sí sabía por qué las anotaba.
Al día siguiente, llamaba a casa Carmela, viuda del Sr. Ruiz, del que hablé muy al principio, para comunicarnos el fallecimiento de su esposo, al que papá debía su segundo trabajo en Madrid. Papá asistiría  a su funeral.
El 22, le llamaba, desde Almería, la madre de Marichelo Jaramillo, de 86 años, para comunicarle el fallecimiento de su hijo médico, de 49 años, a causa del cáncer de páncreas. Había muerto el pasado 16 de abril, mas ella aprovechó la llamada para felicitar al padre Alfonso en su onomástica. Éste llamó a Marichelo, a Sevilla, para darle el pésame.
El 27, subraya en su agenda: Jesús ha roto con los dirigentes de su pueblo y con su familia. Quienes hoy le siguen con coherencia caen en la misma incomprensión, en semejante ruptura.
Al concluir enero, escribe el siguiente soneto:
La paz que llevas Tú, y que Tú eres/guardada en el sagrario de tu pecho/la muestras a Cehegín, oh feliz hecho,/la noche vesperal del santo jueves.
Paseas tu silencio, nos conmueves/dormido como vas en ese lecho/de brazos del amor en Ti deshecho/cual es el de los hombres por quien mueres.
Y el latido cordial hace una pausa/que preludia tu entrada al templo añejo/escuchando la música latente,
seguros de lo hermoso de tu causa./Y vamos junto a Ti por lo más viejo/del casco de este pueblo penitente. 
El 14 de febrero, en la Notaría de Alcobendas, donde trabajaba, mis padres hicieron testamento.
En el viaje realizado a Cehegín, para felicitar a la abuela Maravillas en sus 88 cumpleaños, participó de la reunión del grupo de vecinos, surgido tras la misión popular del pasado año.
Este febrero está plagado de apuntes sobre la música clásica escuchada. Al finalizar el mismo, deja incipiente un soneto que empezaba así:
De joven era un tigre de Bengala.
Poco a poco, el Maestro marca el sino:
No se es de su alma más vecino… Y ahí quedó, inconcluso.
En marzo del 97, estuvo mi padre explicando al nuevo notario algunos conceptos sobre la música que estaba estudiando. No terminarían bien las relaciones entre ambos, como ya diré en su momento.
El 11, aniversario de su sacerdocio, le comunicaron el fallecimiento de Josita Ciudad, tras su penoso cáncer. Mamá marcharía en tren a Cehegín para asistir al entierro de su amiga. En la Misa leyó el soneto que mi padre había compuesto en su honor, y que posteriormente regaló a sus padres.
El 22, estábamos en Cehegín. Allí a algunas familias atormentadas por la pérdida de sus hijos. Y visitó con ellas el cementerio. Asistió, por la tarde, en la iglesia de La Soledad, al Pregón de Semana Santa y Eucaristía. 
Sería el 28, Viernes Santo, cuando papá transmitiría por primera vez, en la televisión local, la Procesión del Santo Entierro, desde la Confitería del Motolite, en la placeta del Mesoncico, en pleno casco viejo de Cehegín. A partir de entonces, cada año le pidieron que retransmitiera las Procesiones de Semana Santa. Y lo que no se esperaba es que, a partir de 1998, fuera el Presidente de la Junta Central de Cofradías. Pero ya hablaremos de ello.



Crisis notarial

A partir de abril de 1997, y a pesar de, aparentemente, el notario nuevo se lleva bien con el padre Alfonso, el clima en la notaría se va enrareciendo: hay un malestar general, debido a que el notario tiene unas costumbres muy peculiares que chocan de frente con la seriedad y estilo de trabajo del Oficial de la Notaría y demás empleados. Eso repercutió, también, en el cambio de despacho de mi padre.
Por otra parte, la salud de su hermana segunda, Maravillas, se vio quebrantada por malestar intestinal, que la condujo a una operación muy delicada, de la que se repuso lentamente.
Sea lo que fuere, en estos meses de abril a junio del 97, papá no hace especial subrayado en su agenda, ni hay escritos personales en su diario, fuera de los apuntes de cada día, en los que queda reflejado cuanto sucede en casa y con cada uno de nosotros: nuestros estudios y exámenes, nuestros pequeños resfriados, nuestras salidas de convivencias escolares, la entrega de mamá en tareas asistenciales con los ancianos o con su formación catequética en le San Pío X, las revisiones médicas de su hijo mayor, los viajes a Cehegín, etc…
Pero la agenda tiene una serie de dibujos alusivos a textos bíblicos o evangélicos, cuyo pie de foto es significativo, y mi padre lo usará cual punto de reflexión, mientras escucha la música intemporal de la que dispone cada día. Así, por ejemplo, 
Dichosos los que crean sin haber visto.
¿Tenéis ahí algo que comer?
El Buen Pastor da la vida por sus ovejas.
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. ¡Permaneced en Mí!
Ya no os llamo siervos, sino amigos.
Id al mundo y proclamad el Evangelio.
Ven, Espíritu Santo! Ven a nuestra tierra, ven a soplar en la vida de los vivos la Buena Noticia de Cristo.
Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.
Tomó una copa, pronunció la acción de gracias, y bebieron todos de ella.
El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre.
¿Con qué podemos comparar el Reino de Dios?
-Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?
-¿Aún no tenéis fe?
Dicho esto, añadió: Sígueme.
Y hay otros aspectos que resalta en su diario. Como el llevar a mis hermanos a jugar al baloncesto, en Aluche, con los hijos de Romay. Y, a veces, este mismo los llevaba y traía. O el hecho de que es, en este trimestre, cuando empieza a componer los sonetos sobre la Imitación de Cristo, hasta conseguir, años más tarde, que le publicaran el famoso libro con comentario tan poético. O la muerte de nuestra querida amiga, Sor Antoñita, el 23 de junio, celebrándose el funeral en la casa que tenían las claretianas en las mercedarias de la caridad en la calle Manipa. O la Eucaristía celebrada por el padre Alfonso en casa, con motivo del cuarto aniversario del trasplante de médula de su hijo, el 29 de junio. O la llamada de su sobrino Manuel Angel, hijo de su hermana Maravillas, ofreciéndole trabajo en su empresa, al enterarse de que lo de la notaría iba de mal en peor. Trabajo que aceptaría, meses más tarde, y que le animaría a marchar a su pueblo, y con él todos nosotros, al año siguiente. O el dato simpático de que se le invitara, el 25 de mayo, a ver la ópera Carmen en el Teatro Calderón de Madrid, asistiendo con mi madre, y ocupando los asientos 13 y 15 de la fila 10 del patio de butacas. O la visita que hicimos todos, el 8 de junio, a Santa María de la Alameda y a Avila, donde visitamos el monasterio de la Encarnación y su museo teresiano.
En fin, que la vida de papá, de la que participábamos en la medida de lo posible, se movía en este final de curso académico entre  vaivenes positivos y negativos, si bien él se mantenía siempre anclado en su amor a Dios, pasara lo que pasara. Y eso lo mostraba feliz un día y otro.

En alabanza de Cristo. Amén. 

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