Capítulo LXXIII
Los paseos de la Virgen
En mayo del 2000, con motivo de los 275 años de su llegada al pueblo de Cehegín, se decidió que la bellísima Imagen de la Virgen de las Maravillas se fuera dando un paseo por los distintos barrios, haciendo estación en las distintas iglesias de la localidad. Así, por ejemplo, iniciaba su garboso periplo en la parroquia y barrio de San Antonio, acompañándose de la Banda de la Sociedad Musical, en la que yo, por ese tiempo, tocaba el clarinete. En San Antonio se celebraron actos litúrgicos y se aprovechó para impartir el sacramento de la Confirmación a los jóvenes preparados.
Papá, en estos días primeros de mayo, seguía despachando papeles de Semana Santa con el tesorero de la Junta Central, para ir cerrando el ejercicio correspondiente.
El 7, la Patrona de Cehegín se trasladaba al barrio de san Cristóbal y Ermita del Santo Cristo. Al día siguiente, asistíamos a los actos realizados en su honor. Escribe mi padre que fueron “hechos con una visión arcaica, alienante, ñoña, preconciliar y tridentina, etc…”. El Coro Ciudad de Cehegín daría, el 10, un mini concierto de tema mariano. Después, la Imagen de la Virgen de las Maravillas se trasladó a la iglesia parroquial de Santa María Magdalena. Allí estuvo hasta el día 14, en que fue llevada a la Ermita de La Soledad. Allí cantó el Coro Clásico.
En estos días, conoció mi padre, a un ceheginero, emigrante en Argentina, nieto del tío Manías, al que entrevistó para la televisión local. Se llamaba Ramón Cano de Gea. Luego, le invitó a cenar en casa. Se iniciaba una amistad que perduraría con el tiempo, pues, de ven en cuando, se llamaban por teléfono, bien vía Cehegín-Buenos Aires o viceversa.
El 13, beatificaba el papa Juan Pablo II, en Fátima, a los hermanos Jacinta y Francisco, videntes de la Virgen en sus famosas apariciones de principios del siglo XX, y en presencia de sor Lucía, aún viviente.
El 20, regresaba la Imagen de la Virgen a Santa María Magdalena. El Coro Ciudad de Cehegín le dio un concierto de bienvenida. En estos días, el citado coro se aprendía, bajo la batuta de mi padre, la Misa Solemne de Charles Gounod. Por cierto que, el 27, volvió a cantar, invitado por AVE (Amigos de la Virgen en España), en la citada iglesia mayor de Cehegín. Y ya, el 28, regresaría la Imagen patronal a su santuario del convento franciscano.
El 1 de junio, mi padre enviaba una carta al papa Juan Pablo II, abogando a favor de los sacerdotes casados. Ese mismo día, entrevistaba en su casa a Florenciano García Ripoll, de 96 años. Después, ayudaría a su cuñado Pedro a llevar cajas de albaricoques a la fábrica UAPA. Cosa que hará durante una semana. Esa noche del 1, hubo una reunión conjunta de la Junta Central de Cofradías y de Delegación Diocesana de Cofradías. Y es que el tema de los “azules”, aunque resuelto por papá para la pasada Semana Santa, seguía coleando.
Preocupado por su hijo, su amigo y excompañero del Colegio Seráfico, Francisco Torres, le llamó varias veces en estos días de junio. Y, el 10, visitó con nosotros a las Clarisas de Hellín. El 14, continúa sus entrevistas grabadas pata la televisión local. A los dos días, recibimos en casa a una chica deportista, procedente de Barcelona, que venía a competir en baloncesto. Era guapa y educada, y se llamaba Angela Expósito.
La Semana Santa le iba dando a mi padre algunos quebraderos de cabeza, como el tener que reclamar a particulares los bienes retenidos y que eran propios de la Junta Central. Ésta participaría plenamente, el 25, en la Procesión del Corpus Christi, que, este año, iría desde Santa María Magdalena hasta la iglesia parroquial de San Antonio de Padua. Así, cada año, la Semana Santa y demás asociaciones religiosas del pueblo, se encargaría de dicha Procesión. Por otra parte, el coro también empezaba a darle algún disgustillo, pues, como suele suceder, siempre a alguien que intenta manejar la situación, prefiriendo ser protagonistas de nada a colaboradores de algo. La paciencia de mi padre les dejaba hacer, hasta que ellos mismos vieron que no iban a ninguna parte.
Audiencia episcopal y encuentro de Patronas
En julio de 2000, el padre Alfonso continuaba sus escritos en el periódico, sus entrevistas para la televisión y su atención diaria a la Junta de Cofradías. Y, naturalmente, sus ensayos, parciales y generales, con el Coro Ciudad de Cehegín, que tantas alegrías le reportaría con el tiempo. Como el próximo Día del Nazareno sería en Cehegín, acompañado de miembros de la Junta Central de Cehegín Bullas y Alhama, visitó y mantuvo una larga conversación con el obispo de Cartagena-Murcia, Manuel Ureña Pastor, que les alentó a su celebración.
Registraba en su Diario del día 7 el gravísimo accidente de circulación habido en la provincia de Soria, con veintiocho jóvenes muertos. El 10, acompañado de su amigo Francisco Torres, va a casa de éste, que tenía en el campo.
Coincidiendo con la fecha exacta de la venida de la Virgen de las Maravillas a Cehegín -25 de julio de 1725- el obispo de la diócesis celebró la Eucaristía en el convento franciscano. Y, por la tarde, en La Bodequica, se celebró el encuentro de dicha Imagen con la de la anterior patrona de Cehegín, la Virgen de la Peña. Fue emocionante. Con fuegos artificiales se despidió a ambas, regresando la Virgen de la Peña a su sede en Canara, y la Virgen de las Maravillas a su camarín conventual.
El mes de junio de 2000 acabaría con la visita que hizo al Hospital de Elche, para ver a su cuñada Carolina, esposa de su hermano Juan Pepe, que estaba hospitalizada a causa de sus dolores de espalda. Le acompañaron mi madre y mi tía Paquita.
Por este tiempo, la economía familiar estaba un tanto resentida, y los amigos y familiares ayudaban en la medida de lo posible. Ello se debía a que mi padre no solía cobrar por ningún servicio. Lo cual resultaba extraño, pues todos creían que algo percibiría por su colaboración con la prensa y con la televisión, pero no era así. Se servía de ambos entes para predicar o evangelizar, y jamás cobró el padre Alfonso por el ejercicio de lo que él llamaba el ministerio apostólico.
En agosto, ve con sus hermanos la posibilidad de vender la casa de su madre. Se determinó que se la quedara la hermana menor, Mari Carmen, que había pasado la vida junto a ella. Mi padre, incluso, le perdonó la parte que le hubiese correspondido en el reparto de su valor económico.
El 17, recibe la visita de unos primos de mamá, Leandro y Pepita, Yoli, Irache, Ramón y Carlos, que pasaron el día en nuestra casa. Él les llevó a ver el castillo de Caravaca. Y regresaron a Los Belones, en La Manga del Mar Menor, donde estaban de vacaciones.
El 22, invitado por su cuñado Franco, acompañó a sus vecinos rurales a visitar al concejal de obras y servicios, que bajó con ellos a ver el camino de bajada al río Argos, y fueron obsequiados en la casa del molino de mi tío.
Ese mismo día 22, fallecía en Orihuela el primer rector que tuvo el padre Alfonso en el Colegio Seráfico, el padre Isidoro Rodríguez. Al día siguiente fue traído hasta Cehegín para ser enterrado en el cementerio parroquial. Papá asistió al funeral y misa “corpore insepulto” y al entierro mismo en el pabellón que los frailes franciscanos tienen en el camposanto ceheginero.
El 26, pasadas las fiestas de San Ginés, mi padre se acercó a Burete, que es un paraje bellísimo de su pueblo, para visitar y conocer a Javier Parreño Navarro, un ingeniero naval, que le había buscado dos días antes para que publicara en El Noroeste lo que él y algunos amigos construían en Perú para crear una parroquia que llevara el nombre de la Patrona de Cehegín. Esa amistad con mi padre se fortaleció con el tiempo.
Al día siguiente, asistió, en San Antonio a la última Misa celebrada por el párroco Miguel Solana Gil, que había sido trasladado a otra parroquia de la diócesis. Y participó, también, en la despedida que se le dio, con una comida fraterna, en un restaurante de la Gran Vía ceheginera. Igualmente, Eva, Hija de la Caridad, se presentó en casa a tomar café y despedirse de nosotros, pues había sido trasladada a Madrid.
El 29, en la calle Fortuna 17, daba el pésame al seminarista Sebastián Chico por el fallecimiento de su padre. Poco tiempo después, el tal seminarista se ordenaría de sacerdote y sería nombrado rector del Seminario Diocesano de Murcia. Al entierro acudieron sus compañeros seminaristas y buena parte del clero.
Agosto se cerraría con la visita que le haría el párroco y Capellán de la Junta Central de Cofradías, José Gil, que comió con nosotros.
En alabanza de Cristo. Amén.