Desde mi celda doméstica
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lunes, 8 de junio de 2015

JESÚS Y LA IGLESIA



JESÚS Y LA IGLESIA


He aquí el título de un pequeño libro que, a su vez, es fruto de una conferencia dada por el jesuita José Luis Sicre Díaz. No tiene desperdicio. Os hago pertícipes del esquema que  de la misma hice para mí. Os ayudará a pensar, a dialogar y, sobre todo, a alimentar o depurar la fe propia, según casos. Yo quedé fortalecido.
Empezó diciendo que Jesús anunció el Reino y lo que vino fue la Iglesia. Era la síntesis de unas palabras Loisy, desilusionado al comparar el mensaje de Jesús con la institución eclesial. Y Sicre decía que la ínica manera de superar ese desconcierto es volver a los orígenes. Es decir, recorrer el mismo camino que recorrió la primera comunidad cristiana.
Pensemos que las primeras palabras pronunciadas por Jesús -dice- en su actividad pública fueron: "Arrepentíos, porque el Reino de Dios está cerca". Ese Reino sintetizaba las mayores esperanzas del pueblo judío en tiempos de Jesús. Y es que -añadía- la idea de Dios como rey era muy antigua en Israel, anterior incluso a la aparición de la monarquía en el siglo XI antes de Cristo. De modo que lo importante era que Dios mismo viniera a reinar en persona. Y eso encajaba con que Jesús irrumpiera anunciado dicho Reino. Como anticipo de ello, cura enfermedades y perdona los pecados.
Comentaba el profesor de la Compañía de Jesús que, para una tarea así cabría esperar una gran selección del personal colaborador. Mas Jesús eligió la Galilea de los paganos, olvidada y mal vista, y se rodeó de un material humano en perfecta consonancia con esa tierra, es decir, más bien tosco. Y en ese material humano deposita su confianza, mostrándoles, en el Sermón de la Montaña, el tipo de hombre nuevo que sus desea para sus seguidores. y aunque la Iglesia no siempre responde con fidelidad a ese programa de vida, ese hombre nuevo de las Bienaventuranzas es el que desea Jesús para su comunidad y para iniciar el reino de Dios.
Es normal que ese mensaje chocara frontalmente con aquella sociedad y con esta nuestra. De manera que el mismo evangelista pone en boca de Jesús siete parábolas sobre el Reino, que responden a las preguntas de por qué no aceptan todos su mensaje, o la de qué actitud adoptar con quien no lo viven, o si tiene algún sentido este empeño, si vale la pena, y, finalmente, qué ocurrirá a quienes no lo acepten.
Ya el texto evangélico muestra una tensión entre los que están a favor de Jesús, y su proyecto, y los que no lo están. Esa tensión continúa. O ¿por qué pensamos que el papa Francisco no consigue cuanto quisiera? Y eso sería tan solo un ejemplo.
De manera que, para que exista una auténtica comunidad cristiana -concluía el conferenciante- no basta el llamamiento de Jesús ni la aceptación inicial del evangelio; hay que acoger el misterio de Jesús, que no vino a ser servido sino a servir y dar la vida por todos.Ciertamente, también la Iglesia soporta sus crisis, gracias a las personas que se mantienen fieles en todo momento. Pero entre devociones y dudas, todos tenemos la misión de llevar el mensaje al mundo, con la garantía de la presencia de Cristo hasta el final.

Alfonso Gil González
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