Nazarenos desde el Evangelio
Ya sabéis que hay muchas formas de manifestarse como “nazareno”. En realidad, el vulgo hoy llama así a cualquier cofrade que ve procesionar. Y no debería faltarle razón, puesto que cualquiera que sale en las procesiones de Semana Santa, se supone, lo hace por tener sus sentimientos cercanos al Nazareno por antonomasia, Aquél que, desde su infancia, ha conseguido que su ignoto pueblo, del que creían los fariseos que nada bueno podría salir, sea en el presente, y ya desde dos mil años atrás, una de las ciudades más famosas del mundo.
Pero, si no a todos los bautizados puede decírseles cristianos, tampoco a todos los cofrades se les puede calificar de nazarenos. Y ahí es adonde voy a parar con esta reflexión. Vosotros, que tenéis más adentrada en el alma las sagradas Imágenes, vislumbráis mejor lo que quiero decir. Sí. ¡Qué pena que, como hiciera el evangelista Lucas, yo no pueda poner en este breve espacio, ordenadamente, aquellas palabras, aquellos hechos que manifiestan la verdad de vuestra nazarenía! Como Él, cada uno de nosotros tendríamos que crecer y fortalecernos con la sabiduría y gracia divinas. Y ocuparnos, al tiempo, de las cosas del Padre.
Cuando Jesús de Nazaret, ya crecidito, inicia su andadura, su procesión humana, lo hace tras asumir que la palabra de Dios es también alimento del ser humano. Un alimento asimilado hasta poder reconocer que el Espíritu de Dios le unge para enviarlo a los indigentes, a los contritos, a los cautivos, a los ciegos, a los lisiados… con un mensaje concreto de liberación personal.
No asistía a la sinagoga o al templo para ver lo bien que le vendría esa Palabra, leída o escuchada, a los demás, sino para darle puntual cumplimiento en el hic et nunc, en el aquí y ahora de la existencia. Asunto éste irrealizable a la inmensa mayoría de “nazarenos”, que no llegan a oír el mensaje dominical ni, por supuesto, se molestan en contactar con él, ni siquiera, en sus propias casas. Lo que acarrea edificar la vida sin fundamento. Cualquier viento de doctrina o cualquier vendaval social daría al traste con ella.
Este tiempo cuaresmal es propicio para estos planteamientos. Nosotros y quienes nos rodean estamos necesitados del mismo alimento. Algunos, muchos quizá, también de pan, de trabajo, de futuro. Nuestras cofradías, lo sé, están en el empeño de seguir dando sentido a lo que supone ser cofrade, nazareno. Dichosos vosotros, nos dice Jesús, que oís estas cosas y las lleváis a efecto.
¡Feliz Semana Santa!
Alfonso Gil González