Libro Primero
25 sonetos 25
sobre
Exhortaciones Útiles
para
la
Vida Espiritual
Invitación al
Invítanos, Señor, a que sigamos
los pasos de tu vida luminosa,
inmersos cual estamos en la fosa
de otra vida en la cual nos anegamos.
Invítanos, Jesús, a que salgamos
de tanta vanidad que nos acosa,
no queriendo saber de otra cosa
que el sabor de tu Cruz, en que muramos.
Que el don de tu amor no se malogre
deseando placeres caducables
que defraudan al alma torpemente.
Y se abra de tu corazón el cofre
do se hallan tesoros inmutables,
y viva para vos eternamente.
El verdadero saber
Si sabes muchas cosas, ten presente
que por ello serás peor juzgado;
de poco te será ser bien hablado,
no sabiendo vivir más santamente.
En cambio, si conoces con tu mente
qué seas tú, y, en nada reputado,
tu ignorancia confiesas humillado,
de lo vano tu alma se hará ausente.
De las ciencias, sin duda la más útil
es tenerse a sí mismo menosprecio
y no juzgando a nadie ser más frágil.
De lo torpe, por ende, lo más fútil,
ganarse de los otros el aprecio
y ser entre los pillos el más hábil.
¡Dichoso aquél!
¡Dichoso quien de la verdad la ciencia
abraza cual principio duradero!
¡Feliz el que a la sombra del Madero
la tienda estableció de su conciencia!
¡Dichoso quien, de simple inteligencia,
abandona, por fin, su mal rastrero
y cuida ser el Verbo lo primero
por en él sustentarse con paciencia!
El hombre se nos mueve en el dilema
de luz-oscuridad, verdad-mentira,
peligrando la salud de su razón.
Amor fraterno tenga como lema
con que venza el pecado de la ira,
y darále Dios la paz del corazón.
Hombre prudente
No se debe creer a la ligera
palabras que los otros nos transmiten,
que de necio es oír lo que repiten
quienes hablan de cambio a la primera.
Con toda madurez y gran cordura
pondera cada cosa con prudencia,
y guarda el corazón en la inocencia,
aunque piensen de ti que es locura.
Consejo toma del prudente hombre
que tiene la conciencia rectilínea,
sin que sigas ideas caprichosas.
Consigue respetar de Dios el nombre,
tu lengua en su decir se haga ígnea,
y sea tu volar sobre las cosas.
Buscando la Palabra
Que yo busque, Señor, en tu Escritura
cuanto a mi vida le es de utilidad.
No me mueva jamás la curiosidad
cuando de ella me ponga a hacer lectura.
Tu Palabra la busque con premura,
como humilde la reciba por verdad,
y no me anime, mi Dios, la vanidad
que deja sin valor al alma pura.
Penetre cual riachuelo en la espesura
de este corazón atormentado
y llénelo de gracia y hermosura.
Si eres Tú, por eso, más loado,
sea bendita de tu Agua la frescura
con que alivias mi paso tan cansado.
Inquietud
Me dices que tu alma no reposa:
zozobras en desorden cada día,
no halla la razón ni está en la vía
del descanso que da la paz hermosa.
Más bien revolotea, mariposa,
capricho tras capricho, cobardía
que trueca su labor, por más, baldía,
para luego quejarse perezosa.
De modo que, si quieres paz y gozo,
esclavo no me seas de pasiones
ni en lo externo camines absorbido.
Saciarte has del Agua de aquel pozo
donde van los humildes corazones,
deseosos de un Dios mejor servido.
Humilde esperanza
No cifre el ser humano su esperanza
en poderes, riquezas o en vicio.
Mejor sea prestarle su servicio
al pobre que de pan tiene añoranza.
Ni en sí mismo coloque la confianza,
ocupado en su propio beneficio,
que a todos posponerse no es perjuicio,
si justa del Señor es la balanza.
Por nada, pues, se engría ni blasone,
mas crezca en humildad constantemente,
si quiere que su mal se le perdone.
Que no hay cosa peor entre la gente,
que pedir el respeto se le done
a quien vive feliz avaramente.
Trato ejemplar
No abras a cualquiera el alma tuya,
sino a otra de Dios enamorada,
ni gustes de la charla prolongada
con quien piensa carece de la suya.
Para todos y con todos, caridad.
Lisonja, ni a los ricos ni a los grandes.
Libre te sentirás, pares o andes,
si a nadie ofreces familiaridad.
Al humilde y sencillo acompaña,
y sea tu palabra edificante,
que esto ni te apoca ni te daña.
En fin, no habrá en tu vida contrincante,
si en la misma realizas tú la hazaña
de ser con el Señor su fiel orante.
Escuela divina
Enséñame, Señor, a obedecerte,
a dejarme en tus brazos paternales:
que aprenda, de entre todos los manuales,
del libro de tu Amor a más quererte.
Enséñame, Señor, a bien yo verte
en el rostro de todos los mortales,
tu Palabra a beberme yo a raudales,
para amarles mejor y conocerte.
Aprenda yo, Señor, que, para serte,
desasido de lazos mundanales,
más debo estar en Ti que yo tenerte.
Fuera de mí, Señor, ¿qué ofrecerte?
Mi nada te serán los ventanales:
penétralos de luz para creerte.
Arte de hablar
Rehúye de los hombres el bullicio,
que las cosas del mundo obstaculizan
el paso a la virtud y utilizan
los medios de que caigas en el vicio.
Aprende de hablar poco el buen oficio,
con palabras tan sólo que edifican,
que las otras no tanto escandalizan
cuanto roban provecho y beneficio.
Escucha siempre a Dios y de Dios habla.
No tengas otro gozo en este mundo,
que no hay otro gozar tan deleitoso.
Agarra de la salvación la tabla.
Sea tu vivir el campo fecundo
do hallen los demás el trigo hermoso.
Opción de libertad
Gozar de paz podríamos nosotros,
de dichos ajenos despreocupados,
no a cosas transitorias dedicados,
alegres por el bien de hombres otros.
Sumidos en tibieza nos hallamos
sin paso dar un día hacia delante.
La opción de libertad no es bastante
si tanta es la prisión en la que estamos.
En vano, nos parece, conservamos
aquel primer fervor de noviciado,
en espera de frutos abundantes,
en la virtud apenas caminantes,
cada año un vicio extirpado
y el amor en que todos comulgamos.
De Ti enamorada
Debo asumir; Señor, que el sufrimiento
le conviene a mi mente disipada,
pues con ello la tiene controlada
y le muestra lo vano del contento.
Profese yo, Señor, en mi convento
la forma de vivir en retirada
de toda tentación que, presentada,
su gozo me produce desaliento.
No me dejes, Señor, en el intento
de tener en tu amor el alma anclada
y en él esclava serte, redimida.
Que de todos los males su tormento
mayor, de Ti estando enamorada,
es vivir sin tener tu misma vida.
La inevitable tentación
En la Tierra la vida es un combate
que traba el hombre con sus tentaciones,
que no podrá vencer sin oraciones,
sin la humildad haciendo de acicate.
De nada sirve huir, allá se esconda
con él la tentación va fusionada;
querrá, pobre, correr; ella, obstinada,
la hendidura cordial le hará más honda.
Sólo cabe confiar y, con paciencia,
el mal de la raíz ir arrancando,
impidiendo renueve su violencia.
Es el arte de irle atajando,
pidiéndole al Señor, con insistencia,
nos lleve con su Amor avasallando.
Juez de nadie
Si la acción de tu prójimo examinas
pensando ser peor que tus acciones,
no serán suficientes sus razones
por que veas, su juez, lo mal que atinas.
Si en mirar hacia ti la vista afinas
sin otras cordiales inclinaciones,
¡cuán justas serán las valoraciones,
haciéndote dudar de lo que opinas!
Tu razón y tu ingenio sometidos
al modo de Jesús crucificado,
avivarán del alma los sentidos.
Por ellos quedarás iluminado.
Procura que los otros suspendidos
estén en el amor del Bien amado.
El puente del amor
No quiero mucho hacer, sino amar mucho.
De hacer, hacer el bien, el bien posible,
en dicha hacer la pena convertible,
saber por lo que vivo y lo que lucho.
No envidiar, ni envidiado hacerme quiero.
A impulso del amor, lo que realice.
Y, antes que mi vida finalice,
desvivirme en amar, lo que prefiero.
En Dios hallarme y ser en Él hallado,
del que todo dimana como fuente.
Mi tesoro en mi Dios tengo encontrado.
De paz, amor y bien construya el puente
que permita cruzar al otro lado,
como yo, buscadores, tanta gente.
Paciencia benevolente
Permite Dios fraterna deficiencia,
si enmendarla no puedes con dulzura,
porque así de tu alma des lectura,
tratando a los demás con más paciencia.
Pareció a Judas ser condescendencia
con el mal de María la mixtura,
pero era su mente la que, impura,
no usaba en su juzgar benevolencia.
Están hechos los hombres de tal modo,
que nadie sin defectos hay viviente,
pues todos han salido de igual lodo.
En medio de este mundo ten presente
que llevar lo cristiano por apodo
te obliga como Cristo a ver la gente.
Empeño divino
La paz y la armonía que tú quieres
tan sólo la tendrás si, al fin, quebrantas
criterio y voluntad, y te levantas
a buscar el Tesoro que prefieres.
A todo lo demás, por más que vieres,
en nada tengas ya. Con armas santas,
enemigas legiones las espantas
al venir hacia ti con lo que fueres.
Si vida religiosa hacer deseas,
has de hacerte por Cristo como necio,
sirviendo a los demás y en paz hallarte.
Ten en cuenta que, tengas o que seas,
nada hay para ti de mayor precio
que el empeño de Dios de tanto amarte.
Santo deseo
Haz, Señor, que en el coro de tus santos
me vea yo algún día, antes de irme.
Al menos, mi deseo sea firme
con ellos de tu gloria hacer los cantos.
No me dejes del todo adormecido
a causa de esta vida relajada;
oveja soy, Señor, que en tu manada
añora verse, al fin, esclarecido.
Permíteme, Señor, que por tu puerta,
de cruz y de pobreza tan estrecha,
la pueda yo cruzar con todos ellos.
Darte quiero los frutos de mi huerta,
de árboles de amor y entrega hecha,
que sean de tu silo los más bellos.
Hoy empieza
Hoy comienza de nuevo vida santa,
que nada es lo que hasta hoy has hecho.
Por Cristo empieza a dar el Do de pecho.
De tu espíritu el vuelo ya levanta.
Tratando su amistad el alma encanta.
Deja llevarte de su amor al lecho,
que, si el tuyo en el Suyo esta deshecho,
en tu muerte la Vida se adelanta.
Desde el orto del sol hasta su ocaso,
lidia bien el combate de tu vida
sin permitir en ello un mal paso.
Si has de prepararte a la partida,
no dejes al destino ni al acaso
de tu caballo manejar la brida.
A solas con Jesús
Dejadme con Jesús gozar a solas
la paz que, dulce, de su alma fluye,
a ver si en su costado se diluye
esta piedra cordial de rompeolas.
Dejadme con Jesús sentir la vida
por mí desperdiciada hasta la fecha,
que la Suya a la mía, tan deshecha,
le dé su plenitud tras la partida.
Dejadme con Jesús ir de camino,
o con Él detenerme, si le place,
que no quiero otra cosa mientras viva.
Dejadme con Jesús, mi fiel Destino.
Estando junto a Él en mí renace
dulzura de su amor que el alma liba.
Gozosa penitencia
El recuerdo de todos mis pecados,
cometidos en toda mi existencia,
acentúa en mí la diferencia
entre Tú y mis pasos alejados.
El saber que por Ti están borrados,
nada más de ofenderte la dolencia,
me conduce, gozoso, a penitencia
con que debo lavarlos bien llorados.
Vuelve siempre hacia mí, iluminados,
esos ojos que alúmbranme la ausencia,
al sentirse los míos tan nublados.
No permitas rellene la carencia
de mi alma con goces engañados,
ni se duerma en malsana indiferencia.
Torpeza humana
¿Qué será en la tarde de la vida,
cuando así nos mostramos de mañana?
¿Qué será, cuando en hora tan temprana
del juego ya perdimos la partida?
Apenas iniciamos la salida,
pensando que la meta está lejana,
nos dejamos llevar de la galbana
del pecado al sopor de la bebida.
Así es la miseria que engalana
el tiempo de vivir tan torpemente,
abocado a final desconocido.
Así es la torpeza tan humana,
que accede al Tribunal, y, de repente,
intenta responder lo no aprendido.
Hermana muerte
Es verdad, “no hay cosa que más despierte…”
-alegres, laborando vigilantes,
en amar a los pobres ser constantes-,
es verdad: “…que dormir sobre la muerte”.
Iguales nos reduce, de tal suerte,
que, al polvo regresados, caminantes
ayer vivos, de enanos o gigantes,
en nada nos quedamos ante el Fuerte.
El hecho insoslayable que meditas
debiera prevenirte, esperanzado,
al encuentro de Aquél que ha de juzgarte.
Si, muerto a lo banal, no necesitas
un juicio posterior ni, avergonzado,
tener que oír los cargos de acusarte.
Juicio Final
Vendrá el justo Juez sobre los cielos
y a todos llamará con voz potente.
A unos signará sobre su frente,
a otros dejará en fríos hielos.
De nada servirán nuestros desvelos,
si no son en amar a pobre gente;
no es Su rostro del de ellos diferente,
ni tiene otro sentir que sus consuelos.
Juicio Final. Dictamen presabido:
ovejas del amor, cabras del odio;
dilema inexcusable de lo humano.
Con el cetro de Rey en diestra mano,
teniendo el universo como podio…
y el Don de la Inocencia renacido.
Enmienda fervorosa
El fin de tu vivir es el servicio
que prestas al Señor en cada instante.
Hacer su Voluntad es el talante
de quien “sólo en amar tiene su oficio”.
No acepta tu Señor el sacrificio,
por más que consideres extenuante,
no siendo el de tu yo, y que, constante,
descubras en orar tu beneficio.
La enmienda fervorosa de tu vida
es el logro que debe preocuparte,
desoyendo los cantos de sirena.
Que nada para ti valga la pena
como vale el deseo de abrazarte
al que eterno lar en su Amor te anida.
Alfonso Gil González