Cehegín, 1961
Conserva nuestro paisano Rufino, en su hemeroteca doméstica, tres programas distintos de la Feria y Fiestas de hace cincuenta años. Dos, cuyo interior es exactamente igual, tienen distintas cubiertas: una, en rojo; otra, en verde. Ambas recogen toda la programación de actos, todas las colaboraciones literarias y, por supuesto, todos los anuncios. La tercera, más delgadita y con más intenso verde en su presentación, encierra tan sólo la parte más culta y espiritual. Por ellas tres sabemos que Salvador García escribió un soneto “a Cehegín”; que Manuel Gea Rovira hizo un “canto a Cehegín en dos tiempos”, con dedicatoria a sus padres y novia; que Ricardo de Val expresaba “una forma de amor”, preguntándose por qué, sin haber nacido en Murcia, amaba tanto esta tierra; que Ramón García-Ripoll, recordando a su amigo Juan Egea, compuso el poema “atardecer”, estampa antigua del eterno “Argos”; que Ramón Moreno confeccionaba prosa poética en su “Cehegín, Ciudad de las Maravillas”; que Gracia de Paco le dedicaba a su amiga María Luz Jiménez su visión de un pueblo que se renovaba “año tras año”; que Fernando Gil Tudela, a la memoria de sus padres, compuso en tríptico de sonetos como “homenaje a mi pueblo”; y, en fin, que Elías Los Arcos, para no ser menos, dedica a “esta tierra” este flamante soneto:
Cehegín, en la hendedura de su azada / se entierra cada día alegremente / y de este enterramiento, simplemente / nace su tierna huerta fecundada.
De esta tierra, tan tierna por preñada / viene el fruto de darse noblemente./ Y así Cehegín, tan amorosamente / se vuelca generoso en su cañada.
¡Vengan progenitores de otras tierras / y aprendan de este amor! Por lo seguro, / han de aprender lo de esta tierra mía:/
Esfuerzos, corazón, paces, no guerras, / y una pasión de frutos del futuro / del que se entierra en ella cada día.
Novenario, Misas, toros y dianas. Cuestación, mascletá, feria y conciertos. Ciclismo, globos, veladas y Salves. Concursos, premios, cine y hasta fútbol. Y dos oradores franciscanos que dejaban a los fieles boquiabiertos: En el convento, Fray Carlos Sáiz, turolense; en la Parroquia, Fray Alfonso Ortega Carmona, catedrático en Salamanca.
Pero en Cehegín no sólo hubo Fiestas, ese 1961. Su Consistorio se renovó una vez más. Era el día 5 de febrero. Cada edil juraba su carga de la siguiente manera, frente al Crucifijo y con los Evangelios abiertos: Juro lealtad y acatamiento a los Principios Fundamentales del Movimiento Nacional y demás Leyes Fundamentales del Reino. Juro servir fielmente a España, guardar lealtad al Jefe del Estado, defender y fomentar los intereses del Municipio, mantener su competencia y ajustar mi conducta a la dignidad del cargo. A lo que el señor Alcalde contestaba: Si así lo hacéis, Dios y España os lo premien, y, si no, os lo demanden. Los concejales se repartían su trabajo en diversas Comisiones. Eran estas: Hacienda y Personal, Obras Públicas, Policía urbana y rural, Fomento-Patrimonio Municipal y Montes, Beneficencia y Sanidad, Instrucción y Cultura, Abastecimientos-Mataderos y Mercados, Salubridad e Higiene, y Conservación y Rescate del Patrimonio Municipal. Comisión aparte era la de Festejos, con subdivisiones de lo literario, lo taurino, bailes y verbenas, cultos religiosos y deportes.
Se decide, por fin, la construcción, en un solar de 900 m2 de las Eras de la Tercia, de la Casa Cuartel de la Guardia Civil, que incluía ocho viviendas para la Benemérita, y se aportó una cantidad inicial de 135.000 pesetas, más otras ayudas de organismos oficiales y de donativos particulares, si fuera preciso.
Fue un año, este de 1961, de aprobación municipal de otras importantes construcciones afectas al mundo de la Educación, como las escuelas y viviendas para maestros en tres pedanías cehegineras, a saber: Agua Salada, Campillos y Suertes, y otras tres para el casco urbano. Con lo que aumentaba en seis el número de centros de enseñanza en esta municipalidad.
Ya metidos en lo cultural, como la plaza de Director de la Banda Municipal quedó vacante, hubo quince directores de Bandas de Murcia que la solicitaron. Se hizo un detallado estudio de los méritos artísticos y profesionales de cada uno de los solicitantes, viniendo a ser elegido, como más competente, D. Antonio Martínez Nevado, que hacía de interino desde el año 1959. Tiempo en que acreditó su capacidad de trabajo, competencia, entusiasmo y dedicación, según palabras del acta municipal correspondiente.
Yo andaba, por entonces, por claustros franciscanos, no lejos de esta tierra bendita de mi pueblo. Pero la disciplina de antaño me impedía venir físicamente. Mi corazón, sin embargo, siempre estuvo a los pies de esta Virgen de las Maravillas, nuestra Madre y Señora, a la que volvemos a honrar en estas Fiestas del 2011. ¿Sería mucho pedir a mis paisanos que no nos quedáramos en lo meramente externo, sino que estos festejos patronales nos ayudaran a renovar y afianzar nuestra fe cristiana de siglos? ¡Qué bien nos vendría!
Alfonso Gil González