HACIENDO TESTAMENTO
*
Vuelto a casa tras general ensayo,
agotado, cansado y casi muerto,
¿quién me manda meterme en este huerto?
¿quién me trae al suplicio en que me hallo?
¡Quién va a ser sino tú, cantante mío;
quién va a ser sino tú, coro del alma!
Canta tú como quieras, pero calma
la furia impropia de un hombre pío.
Y luego que te luzcas con tus voces
y se quede este pueblo boquiabierto,
dame tú sepultura en la montaña.
Mas llévate cuidado no destroces,
con lamentos y ayes, el concierto
que harás sonar, por fin, en toda España.
Alfonso Gil González