Solidaridad entre los pueblos y construcción de la paz
Uno de los mayores escándalos de nuestro mundo es el altísimo gasto en armamento de los distintos países, mientras muchos seres humanos viven en condiciones infrahumanas o mueren de hambre.
Por otra parte, en medio de los dramas producidos por el hambre y las guerras, están surgiendo, en los últimos años, algunos signos de esperanza.
Al plantearnos el problema de la construcción de la paz, hemos de tener en cuenta que ésta no consiste en la simple ausencia de guerra, sino que va unida a la justicia, a la libertad y a la solidaridad.
Todos tenemos algún tipo de responsabilidad en el clima de violencia de nuestro mundo. Por tanto, todos podemos aportar algo en la construcción de la solidaridad y la paz. Y hemos de empezar por ver causas y consecuencia de la violencia y de la guerra en nuestra sociedad. La violencia es una fuerza compleja y destructiva que está presente tanto en la vida de cada persona como en los grupos y estructuras sociales.
La violencia, en cuanto impulso agresivo y destructor, es una enfermedad o limitación, que en grado mayor o menor afecta a todos los seres humanos.El conocido mito bíblico de Caín, que ha sido frecuentemente abordado en la literatura, nos recuerda la trágica condición violenta del hombre que se deja arrastrar por el pecado. El recurso espontáneo a la agresión y a la fuerza para solucionar los inevitables conflictos entre personas es un síntoma característico de quien padece la enfermedad grave de la violencia.
La violencia es un germen que si no se cura, crece y se desarrolla cada vez más. La fuerza capaz de curar la violencia es el amor.De hecho, la violencia personal está estrechamente ligada a la falta de amor o al clima de violencia en que se ha desarrollado la vida de una persona. En consecuencia, el primer paso para construir la paz es curarse de la propia violencia, y, desde una actitud de paz interior, generar paz en los demás.
Uno de los rasgos más característicos de la violencia es su capacidad de contagio.Todo comportamiento violento genera una respuesta violenta. Cada persona violenta crea una espiral de violencia que afecta a las que viven en su entorno. Se crea, así, una violencia ambiental o estructural que tiene una intensa influencia sobre los comportamientos individuales.
La violencia personal y la ambiental son el principal sustento de violencia entre los Estados, cuya manifestación extrema es la guerra, la cual es el fracaso más radical de la convivencia y de la política. Lamentablemente, la guerra es un hecho que ha estado siempre presente en la historia de la humanidad. Los hombres no hemos sido capaces de erradicarla, es decir, no hemos madurado lo suficiente para ser capaces de solucionar los conflictos por la vía del diálogo y la negociación. Por otra parte, se han inventado las justificaciones más extrañas a las guerras, hasta llegar a calificarlas como "guerras santas" o "guerras justas". En el momento actual, la humanidad también sufre el azote de la violencia armada entre Estados, o bien entre distintos grupos dentro de un mismo Estado.
Los primeros cristianos, intentando plasmar en la vida concreta las exigencias radicales del Evangelio, rechazaron la violencia del Imperio Romano y la participación en los ejércitos.Más tarde, cuando los cristianos crecen en el seno del Imperio, se produce un cambio lento y progresivo respecto a la aceptación en la comunidad cristiana de los miembros del ejército. No se les obliga a abandonar el ejército, aunque se les exige la renuncia a matar. Las invasiones de los bárbaros plantean el problema de la "legítima defensa" y san Agustín elabora la primera doctrina sobre la "guerra justa". Esta doctrina está cada vez más en cuestión por parte del magisterio de la Iglesia, invitando a los cristianos a una mayor responsabilidad en la construcción de un mundo más pacífico, como consecuencia de las enseñanzas de Jesucristo.
Alfonso Gil González