Abram y Lot, con todos sus rebaños,
a tierras de Betel se dirigieron
y, nada más andar, cuenta se dieron
de que mucho tener conlleva daños.
No debía tratarse como extraños,
y los que sangre familiar tuvieron
repartirse la tierra decidieron,
tras verla desde aquellos aledaños.
Y cerca quedó Lot, en la llanura
del Jordán que regara fértilmente
los campos con que luego
alimentarse.
Y marchóse Abram con gran premura
a tierra de Canán y, con su gente,
la fama de su fe hizo agrandarse.
Alfonso Gil González