Año sacerdotal
Concluido el año paulino, el papa Benedicto XVI abre para la Iglesia el año sacerdotal, bajo el patronazgo y guía del famoso santo Cura de Ars, Juan María Vianney, fallecido hace 150 años. Es éste un tiempo para la reflexión, para la oración, para la formación y para la santificación de cuantos, llamados por Jesús, recibieron el sacramento del orden sacerdotal. Es, por tanto, un año para las grandes preguntas en esta materia.
En primer lugar, una llamada a replantearse el sacerdocio común de los fieles, partícipes por el bautismo del sacerdocio, profetismo y realeza de Cristo. Ahondar en esto no es suficiente un año, pero hay que empezar a hacerlo. En segundo lugar, que no después, hay que volver a preguntarse por el sacerdocio ministerial, su concepto, su misión, su oportunidad y eficacia, su compromiso en, con y para la comunidad cristiana.
Y, lógicamente, habrá que hacerse unas claras y sinceras preguntas a las que responder con igual sinceridad y claridad. Por ejemplo, ¿a qué se debe la actual crisis vocacional al sacerdocio, si es que la hay? ¿Cómo se va a resolver el hecho de los, más o menos, cien mil curas casados? Si estos siguen siendo sacerdotes, ¿por qué se permite el lujo de prescindir de sus servicios en la comunidad? ¿Por qué se une la soltería o celibato al sacerdocio en la iglesia latina solamente? Si es un carisma del Espíritu Santo, ¿por qué se le da prioridad sobre un sacramento tan magnífico, cual es el matrimonio?
Y ahora vendrían las preguntas prácticas sobre la madurez afectiva, sobre las opciones coherentes con lo que Dios pide a cada uno según su capacidad, sobre el papel, hoy perdido, que la comunidad cristiana tenía en la elección y aceptación de sus ministros, etc... Imagínense esto: Cien mil curas casados bautizando, perdonando los pecados y celebrando la Eucaristía. Según la más pura ortodoxia, todos esos sacramentos serían válidos y, al mismo tiempo, ilícitos. ¿Por qué ilícitos? Por el derecho canónico. Es decir, el derecho, en este caso, estaría por encima del mismo evangelio y de la praxis de Jesús, quien ya les previno diciendo: “No se lo impidáis, porque, si no están contra vosotros, están de vuestra parte” (busquen la cita).
Bienvenido el año sacerdotal. Sí, bienvenido. Pero a ver si sirve para algo más que la autocomplacencia de los que, como yo, se sienten llamados de los de la primera hora.
Alfonso Gil González