Cehegín en Fiestas
Un año más, del 8 al 14 de septiembre, Cehegín vive sus días más entrañables, más familiares, más hermosos, sin duda. Y ello, en honor de la Patrona más bella que soñarse pueda. Tanto es así, que me resulta increíble que su fama no se haya extendido por doquier, dejando cautivos los corazones de cuantos la conocieran. Sí, me resulta increíble. Algo deberá hacer este pueblo para no tener oculto por más tiempo un tesoro tan grande. No es suficiente que cada ceheginero lleve su foto en la cartera, o que cada casa y establecimiento la exhiba en cuadros más o menos artísticos. No es suficiente. Con los misioneros fue a América y Asia. Con los emigrantes, a Francia y Alemania, y, por supuesto, a Mataró y resto de Cataluña. Todos eran hijos suyos o educados a sus plantas. Luego, no es suficiente.
Ahora estamos en Fiestas, en sus fiestas. Desde que yo recuerdo, el esquema festero se mantiene vivo: el previo Novenario, las Misas del Convento y de Santa María Magdalena, los repiques y volteos de campanas, los predicadores, las Procesiones de ida y vuelta, los cantos, rezos y lágrimas de alegría. Todo ello, en lo que se refiere al aspecto más nuclear, al aspecto religioso. En lo civil, los pregones, las reinas y damas, las corridas de toros, los castillos artificiales, las competiciones deportivas, los conciertos y zarzuelas, los artistas de afuera y de adentro, las casetas de feria, las tómbolas, los juegos y diversiones propios del recinto ferial, las bandas de música, los coros y danzas, las obras de teatro, las luces de las calles, los adornos de ventanas y balcones, las barracas…
Cehegín, estos días, se torna centro de la comarca noroesteña. Su población se duplica. En las casas, el regocijo de la familia reunida como en una Navidad anticipada. En la Gran Vía, el bullicio de las gentes. Se come, se bebe, se canta, se ríe. Estamos en Fiestas. Todo es esencialmente igual a mis años de niñez y a los tiempos de nuestros abuelos. Así lo atestiguan, además, los programas festeros. Y es que, aunque el progreso técnico nos depare más artilugios y todo quede más a la mano, la única verdad es el cariño y afecto a esta Mujer singular que se llama, porque lo es, Maravillas. Amor que no fenece, a pesar de los tiempos. Devoción que nos identifica. El camarín maravillense que, durante el año, es fuente inagotable de gracias y favores maternales, se trueca, en estos días, en río desbordante que anega nuestras almas de fervor mariano a la Madre de todos. Y como no sólo es madre la que engendra, sino la que educa, Ella es también, en Cehegín, la educadora de la ciudadanía.
¡FELICES FIESTAS!
Alfonso Gil González