Desde mi celda doméstica
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viernes, 1 de mayo de 2015

CEHEGÍN 1960


Cehegín, 1960


A partir de la década de los sesenta, Cehegín iba tomando nueva fisonomía. Ahora lo sabemos por la documentación escrita. Entonces, por los comentarios de familiares y amigos –entre estos, el llorado Pepe Arévalo- que te escribían comunicando las novedades del pueblo. Una de esas novedades, sin duda, era la parcelación de la zona del Cine Peñalver, que prolongaba la, entonces, calle Obispo Caparrós. Hoy apreciamos el acierto de aquella decisión, solicitada por la familia Peñalver García. También, la que tuvo el Convento de los Padres Franciscanos, pidiendo por escrito la donación de madera para la construcción de nuevos bancos para el santuario de la Virgen. Y, puestos a pedir, debe reseñarse la solicitud de préstamo al Banco de Crédito Local de España, hecha por nuestro Ayuntamiento, para dos necesidades importantes en nuestro pueblo de hace medio siglo: el alcantarillado y la electrificación. Por otra parte, la urgencia de creación de nuevas escuelas obliga al Concejo a emplearse a fondo en la construcción de tres más, con sus correspondientes viviendas para maestros, en el propio casco urbano, y sendas escuelas y viviendas de maestro para el Agua Salada, Campillos, Suertes, Barrio de las Maravillas y Ribazo.
Como cada año, en este de 1960, los cadetes del Frente de Juventudes y funcionarios del excelentísimo Ayuntamiento, en régimen de internado, hacen Ejercicios Espirituales. Con cargo al presupuesto de gastos de Semana Santa, y puestos al habla con el señor Cura Párroco, se vio por conveniente la importancia de los mismos. Téngase en cuenta que, en la entonces vigente ley de régimen local, en su artículo 101, se permitía dedicar una partida de dinero –en este caso, seis mil pesetas- para fiestas religiosas y mejora de las costumbres. ¿No sería estupendo hacer algo así con los jóvenes, y no tan jóvenes, de nuestras Cofradías? ¿O ya no hay costumbres que mejorar? Por cierto, la delegación local del Frente de Juventudes consiguió un proyector de cinematografía con el que se comprometió a dar sesiones de cine para los niños del Grupo Escolar, y proyecciones semanales para los mayores.
Es este año, 1960, cuando se acuerda municipalmente nombrar Hijo Adoptivo y predilecto, con concesión de la medalla de oro de nuestra ciudad, al Excmo. Sr. D. José María Alfín Delgado, que había sido gobernador civil de nuestra Provincia, por su especial atención  con Cehegín durante el ejercicio de su mandato. Eso conllevó rellenar varios pliegos de firmas de los propios cehegineros adhiriéndose al citado nombramiento. Hay que tener en cuenta que, entonces, aún no tenía el Ayuntamiento un reglamento que regulara la concesión de honores y distinciones. Hay, además, un reconocimiento municipal para los maestros nacionales, Vicenta Morales Pérez y Salvador Zorita Piquer, que durante más de veinticinco años habían ejercido su magisterio en esta ciudad con loable labor en beneficio de la enseñanza. Y ese reconocimiento se extendió, igualmente, a los maestros José Antonio Pascual y Juan Pedro Mengual, aunque estos llevaban poco tiempo en dicho ejercicio.
1960 era, también, un año de renovación de nuestros ediles municipales. La representatividad local ante el Municipio se hacía por familias, por sindicato y por instituciones. En el grupo de cabezas de familia, nos regían hasta ese momento, Cristóbal Sánchez de Amoraga, Antonio Catalán Caparrós, Juan Ruiz Alix y Alfonso Peñalver Jiménez; por el grupo sindical, lo hacían Ramón García-Ripoll González, José María Ortega Ruzafa y Antonio Zarco Egea; y, por entidades, lo hacían Manuel Aroca Campos, Fernando Artero Martínez Oliva, Fernando Moya López y Francisco Lorencio Fernández. El señor alcalde seguía siendo Juan Antonio Valero Elbal, y el secretario accidental lo era el propio interventor de fondos del Ayuntamiento, Adolfo Mérida de la Rosa.
Santos Sánchez de Salamanca había ofrecía una corrida de toros para las fiestas patronales, con figuras de primera y subvención de sesenta a setenta mil pesetas y exento de impuestos locales, pero el Ayuntamiento lo rechazó. No así la que, de hecho, se tuvo el 11 de septiembre, con los diestros Marcos de Celis, Paco Corpas y Rafael Girón.
Cehegín celebraría sus Fiestas con el esplendor de siempre. Fiestas con un programa repleto de actos culturales, deportivos y religiosos, que quedaban plasmados en la revista oficial, nuevamente portalada por el genial Pedro López Chico que, además, el mismo 10 de septiembre, inauguraba una exposición de Carboncillos en la sala de la Caja de Ahorros del Sureste de España. Ciento sesenta y siete anuncios arropaban la edición de este año. Escritores y poetas porticaban el ceremonial festero. Fernando Gil Tudela, como siempre, genial. Ahora que su hijo Paco Alfonso ha marchado con él a las moradas celestes, el Soneto de hace 50 años adquiere inusitada belleza:
Cehegín, patria y ensueño. Yo te canto / 
y te rindo mis versos y mi brío, /
 me fundo en las arenas de tu río / 
y en al agua confusa de tu llanto.

Tengo en tu gloria fe, te quiero tanto, /
 que por tus horizontes me extravío / 
cabalgando en tus nubes… y me río /
 de las telas de araña de tu manto.

Amapolas al viento, sensitivas, / 
violetas de la vega en el ribazo, /
 sudores del labriego en la retama, 

Luces perennes de las aguas vivas: /
 quemad mi corazón en vuestro abrazo /
 antes de que se queme en otra llama.
  
Curiosamente, el caravaqueño Elías Los Arcos, dedicándolo al otro hijo de Fernando Gil, hace este homenaje a nuestro pueblo:

Ya que en esto me quieres, yo me entrego /
 para que hagas de mí tu servidumbre. /
 Yo soy un hombre que jamás me niego /
 a servir una flor de esta costumbre.

Intentaré cantarte sin saberte, /
 sin haberte entrañado todavía. /
 Sé que tendrá el intento buena suerte / 
si tu Virgen me inspira y la Cruz mía.

Canto tu corazón, el que se escapa /
 camino abajo de la dulce vega /
 donde el trabajo vive y te disfruta.

Y canto tu mujer, tu mujer guapa; /
 y ese místico esfuerzo de tu brega /
 entre la golosina de tu fruta.

Fue predicador del Novenario a la Virgen de las Maravillas el franciscano José Carrillo, con quien viví en el convento hellinero, precisamente, a partir de ese 1960. Hombre afable, amante de la música y de la lengua francesa. Tenía la voz sonora y rasgada. Debió hacer un bello Novenario, pues, años atrás, había sido rector del Colegio Seráfico. De candidez franciscana, le guardo un grato recuerdo, que aquí dejo patente.

Alfonso Gil González
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