Desde mi celda doméstica
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lunes, 11 de mayo de 2015

NO MATARÁS


No matarás


Los enfados, las riñas, las peleas, las envidias, las malquerencias, una situación tensa, agobiante, insoportable, son el preludio del asesinato. ¿Cómo salir de esa situación? Logro difícil el de la reconciliación. La enemistad destruye la vida en uno mismo y en los demás. La vida humana. El cuidado de la misma está grabado profundamente en nosotros. Algunos, bajo pretexto de libre posesión de lo que se les dio sin consultársele, llegan a destruirla: aborto, drogas, eutanasia, manipulación, violencia, terrorismo, venganza, homicidio, suicidio… Caín es un caso tipo que se repite a lo largo de la historia, y muestra un proceso que lleva al hombre a la destrucción de la vida.
Nadie es dueño de la vida: ni de la propia ni de la ajena. Cuanto atenta contra la vida, cuanto viola la integridad de la persona, cuanto ofende a su dignidad, degrada a la civilización humana. Pareciera que sólo dos situaciones excepcionales podrían aceptarse –la guerra defensiva y la de la pena de muerte-; pero, ni esas dos acepciones, que parecen legítimas, son conformes al Evangelio ni al sentido común. El mensaje cristiano es de amor y perdón, y va más allá de toda argumentación ética: AMAD A VUESTROS ENEMIGOS. Va más allá de la letra del quinto mandamiento. Con razón he leído por algún sitio que el perdón es la venganza de los buenos.
Puede que la violencia, como la pobreza, perdure hasta el final del mundo. Y puede que hasta la ejerzan, como en tiempos pretéritos, los más obligados a amar. Pero nadie podrá borrar de la conciencia la tajante prohibición del Decálogo: NO MATARÁS.

Alfonso Gil González

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