Desde mi celda doméstica
Buscando...
sábado, 9 de mayo de 2015

PILAS DEL ESCOBAR


Las pilas del Escobar


Allá por el 36, la Ermita del Escobar, como todas las iglesias del mundo, tenía dos pilas de agua bendita, sitas a la entrada, para que los fieles la usaran como sacramental purificante antes de sus celebraciones litúrgicas. Mas aquellos vándalos, mentalmente procedentes de las estepas soviéticas, a los que nada dicen ni el agua bendita, ni el pan bendito, ni los golpes de pecho, las arrancaron de sus paredes, al tiempo que hacían picadillo la pila bautismal, como queriendo borrar todo vestigio de su pertenencia a Cristo.
Las pilas, como los españoles de la época, siguieron caminos opuestos. Una fue rescatada por el propio cura, que llevó a su casa familiar junto con otros enseres eclesiásticos. Y se salvaron. La otra fue a parar a una gente vecinal, y la usaron de abrevadero para el cerdo que tenían. Pero, ese año, se les estropeó la matanza. Cosa lógica, pues el pobre cochino quedó tan purificado y fresco, que no hubo forma de aprovechar sus jamones, chorizos y morcillas. Y nada más se supo de la pila de agua bendita. Quedó la pobre tan profanada, que ya ni atreverse podía a pasar por la puerta de su Ermita.
El otro día, una buena señora me preguntaba qué podía hacer para devolver al Escobar la pila rescatada por su tío. –Pues muy sencillo, amiga mía. Antes de volver a la Ermita, que busque a su hermana marmórea y, reconciliada con ella, vuelvan las dos a ofrecer agua bendita a los pobres pecadores. Que así debe ser: que no nos presentemos a ofrecer nuestras bondades, mientras tengamos desavenencias fraternales. 


Alfonso Gil González

Compartir en :
 
Back to top!