PRIMERA ESTACIÓN
Mi Señor es a muerte condenado.
El grito de la gente amenazante
apagó tu justicia gobernante,
y el miedo en cobarde te ha trocado.
Delante, la Verdad. Tú, engañado,
sólo escuchas la tuya insinuante,
y mandas a la Eterna caminante
a que lave con sangre tu pecado.
Poncio no es aquél; tú, Pilatos eres,
que tus manos lavar prefieres antes,
por luego condenar injustamente.
Así son tantos hombres y mujeres,
sean mayores, jóvenes, infantes…
que no viven la vida rectamente.
Alfonso Gil González