Caminos de conversión
Eso debieran ser, en realidad, la cofradías de Semana Santa. Todas las cofradías. Vosotros, los moraos, que portáis al Nazareno, nos hacéis a todos una seria interpelación en este sentido. Vuestro Nazareno es el Camino. Ya desde muy pequeño, verle pasar por las calles cehegineras me producía un sobrecogedor asombro, una íntima contemplación. Te mira como invitándote a echarle una mano. Y no porque se queje, sino consciente de que sólo los “cireneos” entrarán en su Reino, participarán de su Pascua de victoria.
Me resulta absurdo algunas preocupaciones cofradieras. Les cuesta entender lo de ser caminos de conversión. Vamos a hacer esto y lo otro y lo de más allá, pero sus cofrades continúan en la esterilidad esteparia, más conformes a la mentalidad mundana que a las exigencias del Espíritu. Y, sin embargo, nuestro pueblo necesita y espera otra cosa. Cuando quiere divertirse mira hacia los carnavales, por ejemplo. Pero la crisis económica es la más leve, con ser grave, de las crisis que soporta la humanidad. Y ahí están las Cofradías para atender tanta demanda espiritual, tanta hambruna del alma, tanta insolidaridad social.
Esta revista, tan sencilla y entrañable, debe ser la paloma que anuncie sobre nuestras cabezas deprimidas la esperanza de un mundo nuevo. Vuestro “nazareno” sea el altavoz de Aquel que no voceaba, que no gritaba por las calles, que no rompía la caña cascada ni apagaba el pabilo vacilante. Que no caiga en la tentación de la ostentosidad, para que su profetismo sea más auténtico, que, como dice el Evangelio, los que viven ostentosamente están en los palacios, y no en los cruces de caminos para llamar a los desorientados de la vida.
Moraos de Cehegín, sed, al menos, los indicadores del Camino de la conversión o salvación, que exhibís por nuestras calles y plazas en la mañana de Viernes Santo.
Alfonso Gil González