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viernes, 1 de mayo de 2015

CEHEGIN 1958


Cehegín, año 58


Se abría 1958 con el acuerdo municipal de adquirir solares en la calle Mayor de Abajo, que le costarían de cinco a seis mil pesetas, para poder dedicar ese espacio a una zona ajardinada. Cantidad esta que aún le saldría más barata por recaer la cuota especial del asfaltado de la citada calle también sobre los dueños de esos solares. Asimismo, se acordaría la urbanización de la travesía de la carretera de Murcia, con la consiguiente tala de árboles de sus márgenes. Y la Diputación Provincial concede al Ayuntamiento ceheginero un premio de veinticinco mil pesetas “por ser el que más se ha distinguido en obras de urbanización y saneamiento”.

Está entre las preocupaciones del Concejo la construcción de un mercado de abastos, con la que complementar la obra de ensanche y urbanización realizada en la, entonces, Plaza del Caudillo. También, el alumbrado de calles, que iría desde la citada plaza hasta el Cantón, según la memoria presentada por quien, ese año, era el aparejador y perito industrial, Manuel López-Sánchez Solís. Obras estas que, como es natural, se presentaron a concurso. Y se aprobó, igualmente, la reforma y ampliación de la Casa Consistorial, a todas luces pequeña y necesitada.
Se produjo en Cehegín una actitud digna de mención. Como el director de la Biblioteca Municipal “José Antonio”, y secretario de la Corporación, Francisco Ribes Puig, había renunciado gustosamente a toda remuneración que se pudiera acordar por virtud de sus funciones en el citado centro cultural, el Ayuntamiento acordó unánimemente dar las seis mil pesetas correspondientes al auxiliar administrativo, Ramón Moreno Marín, por sus trabajos realizados en la clasificación y ordenación de los fondos de esa misma Biblioteca Municipal.

1958 también será el año en que se acordó ayudar a la Hermandad Sindical de Labradores y Ganaderos de Cehegín, con una subvención en metálico, y como cuantía máxima de veinticinco mil pesetas, para la adquisición de un solar sobre el que pudiera edificarse un almacén de semillas y abonos, con reserva expresa de la Corporación Municipal de los derechos pertinentes. Y, hablando de subvenciones, se ratificó el acuerdo de la que se daba al periódico “Levante” de Valencia, que ascendía a cinco mil pesetas.

Es el año en que el director del Colegio de Enseñanza Media de Caravaca, José Moya López, hace un escrito a nuestro Ayuntamiento, expresando el deseo de que alumnos becarios cehegineros pudieran realizar sus estudios en dicho Centro caravaqueño, pudiendo ser alumnos externos o internos. Nuestros munícipes toman cartas en el asunto para que al siguiente curso fuera posible que los de Cehegín estudiaran en la ciudad vecina. ¿Sería esa carta un acicate para la nueva creación de aulas en el nuevo Grupo Escolar del Barrio de las Maravillas? De hecho, llegaron a crearse una Graduada de niñas de cuatro secciones y otra Graduada de niños, también de cuatro secciones.

Anécdota curiosa de este año, si tenemos en cuenta el nacional catolicismo reinante, son dos escritos dirigidos al Municipio. Uno, del señor cura párroco pidiendo ayuda para los gastos que se iban a incrementar en Santa María Magdalena con ocasión de la Misión Popular a celebrarse en nuestra localidad, avalado con tres argumentos: las limitadas posibilidades de la Parroquia, la finalidad de índole espiritual y moral para Cehegín, y los sentimientos católicos de la Excma. Corporación Municipal.
El otro escrito procedía de la presidencia de la Hermandad de Caballeros de la Santísima Virgen de las Maravillas, representada en Dimas Agudo Alguacil, que solicitaba ayuda, cifrada en cuarenta mil pesetas, para arreglo de la carroza procesional, canceles del Convento e Iglesia parroquial, altar y rampa para la salida de la Virgen. Curiosamente, el Municipio contestó negativamente, con la excusa de que ya le había otorgado a la Hermandad una subvención, en su día, de cinco mil pesetas.

Y esto me lleva al Programa de Fiestas de ese año, pletórico de anuncios, de actos feriales de toda índole y de plumas cehegineras, que son “homenaje tradicional de este programa y fe que anida en todas las empresas de la ciudad, ayer y hoy”. De entre los anuncios, quiero destacar el de LA DOLOROSA, S.A., que era una compañía de seguros con sucursales “en las plazas más importantes de España”, pero que aquí tenía como “agente afecto” a Luis el Sacristán, lo que suponía toda una garantía. En cuanto a los actos programados para estas Fiestas de 1958, resalto el aspecto musical, pues, amén de los consabidos conciertos de la Banda Municipal, vino al teatro Gran Vía la Compañía “Primeras Figuras Líricas”, con la actuación de la orquesta titular del Teatro Principal de Alicante. Representó, nada menos, once zarzuelas y sainetes.
De las plumas cehegineras, ese año, quiero detenerme en dos escritos: uno, el soneto que Ramón García-Ripoll González dedica “al eximio concertista de guitarra ceheginero Antonio Clemente Pintor”; otro, el “Agradecimiento y Memoria” de José Luis López Fajardo, reflejo este último del “día de tinieblas que para nosotros fue el 12 de abril del año que estamos perdiendo”.

El día 13 de septiembre, tras el Solemne Funeral y Responso por los caídos cehegineros de la contienda civil, las autoridades procedieron a descubrir sendas lápidas de los ilustres poetas Juan Miguel García Porcel y Jesús Hernández Puerta, erigidas en las casas donde nacieron. Merece la pena volver a leer LA ELEGÍA de García Porcel y el soneto A NUESTRA SEÑORA DE LAS MARAVILLAS de Hernández Puerta. Dicen así:
Ya se advierte el rumor leve y pausado
de los sauces mecidos por el viento;
ya se inicia el macabro movimiento
del ciprés corpulento y elevado…

ya se escucha un suspiro prolongado,
mezcla de carcajada y de lamento;
ya inicia la campana el doble lento
en la triste mansión de lo ignorado…

ya se ve arrodillarse presurosa
enlutada mujer que ante una fosa
le reza a aquel amor por quien vivía…

Y en el espasmo que el dolor provoca
se advierte cómo fluye de su boca
la tristeza rimada en elegía.


En el delirio de su amor ferviente y para honrarte, divinal Patrona, tejió tu pueblo la imperial corona que ciñes hoy sobre tu augusta frente.

Hermosa estás con joya tan luciente,
 hermosa estás y a tu belleza abona
 la que tu cuello nítido aprisiona, 
sarta de perlas que te dio el Oriente.

Hermosa estás bajo el cerúleo manto
 de caprichosa y rica orfebrería, 
bella estás como un sol, pero… no tanto 

cual lo estabas, oh Virgen aquel día
 en que, con saya humilde y hondo llanto,
 contemplabas a tu Hijo en la agonía.

Sin comentarios.


Alfonso Gil González


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