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sábado, 9 de mayo de 2015

LO DIVINO Y LO HUMANO EN EL UNIVERSO DE STEPHEN HAWKING


Lo divino y lo humano en el Universo de Stephen Hawking


Francisco José Soler Gil, astrofísico y filósofo caravaqueño, nos vuelve a sorprender con un nuevo libro, publicado en Ediciones Cristiandad a finales del pasado año. Le hemos seguido la pista a través de sus anteriores publicaciones, aquí recensionadas,  cuales son: Aristóteles en el mundo cuántico (2003), Dios y las cosmologías modernas (2005) y ¿Dios o la Materia? (2008). Es evidente que su preocupación metafísica le impulsa a adentrarse tanto en el campo de física como en el de la filosofía, siendo doctor en ambas disciplinas.
En esta ocasión, la publicación, hace veinte años, de la Historia del Tiempo, de Stephen Hawking, le obliga a poner en claro algunos conceptos del famoso científico, un sabio cuyas teorías, para unos, son casi palabra divina, y, para otros, los más críticos y sesudos, osadas proyecciones de un pensamiento no suficientemente conocedor del mundo de las ideas. En este sentido, la Introducción del propio Soler Gil a esta su obra es bastante esclarecedora. El caso es que, aunque “es muy sencillo refutar a Hawking, en cuanto teórico de la ciencia”,  lo que se precisa es  “un diálogo interdisciplinar entre la física y la filosofía”.
Con este libro del filósofo caravaqueño afincado en Alemania, el lector es invitado a enfrentarse a dos cuestiones: “las consecuencias del modelo de Hawking para la teología natural”, y ese sería el aspecto “divino”, y la relación de tiempo con la propia experiencia humana de la temporalidad, y eso sería el aspecto “humano”. La exposición de estos términos, junto a la necesaria sintetización del pensamiento hawkingiano, hace que el presente libro quede estructurado en tres partes. 
De la primera, dedicada a la cosmovisión de Hawking, Soler Gil nos facilita el resumen: - El modelo cosmológico de Hawking nos proporciona una descripción dinámica del  universo en cuanto objeto cuántico; - pero esto precisa hallar la función de onda del universo; - eso supone entender que el universo tiene muchas historias posibles, caracterizadas por espacios euclídicos de cuatros dimensiones; - tal función de onda del universo es la suma de sus historias en tiempo imaginario.
En la segunda parte, Soler Gil estudia las implicaciones del universo de Hawking en la teología natural, es decir, cuál sea la relación de ese universo con la idea de un Dios Creador. En realidad, esta es la gran preocupación del libro que recensionamos. Lo que a la mayoría podría escapársele, a Soler Gil le intriga. De ahí que, a sabiendas de que la cosmología hawkingiana es un desafío a la teología, se pregunte por el lugar que en ella quedaría para el Creador. ¿Qué piensa sobre Dios el sabio de la silla de ruedas? Si Dios no existe para él como ser personal, ¿qué son en realidad las leyes de la naturaleza? ¿Qué era el universo en su instante 0? ¿Cuáles sus condiciones iniciales? Y Soler Gil, en un alarde de comprensión de la Historia del tiempo, aceptando unas y debatiendo otras de las afirmaciones de Hawking, se plantea si no cabría la posibilidad de que tal escrito sentara las bases para una teología natural, o, al menos tender puentes hacia la misma, basándose en la racionalidad matemática del universo y en el argumento de su objetualidad.
La tercera parte la centra el doctor hispano-alemán en estudiar qué lugar ocupa el hombre en el universo de Hawking, cuya existencia no parece evidente en tal cosmología. Y eso le lleva al autor de Caravaca a dedicar unas largas páginas a la experiencia de la temporalidad y a las teorías del tiempo, incluida la presentista de San Agustín. De ellas hace sendas valoraciones. Se formula dos preguntas muy interesantes: “¿Por qué estamos ahora mismo siendo conscientes de un determinado instante de la sucesión de nuestras experiencias y no de cualquier otro?” Y esta otra: “¿Qué respuesta cabe dar si negamos la temporalidad de la existencia?”
Los dos últimos capítulos los dedica a ver la relación del cosmos de Hawking y lo que viene en llamar el universo bloque. Y un último, donde plantea si el universo es o no inhabitable. Le hace entrar en acción a la neurología. “Si el universo simplemente sería”, ¿dónde queda el hombre? se pregunta.
Soler Gil deja que el lector tome parte en el debate. No está seguro de haber dicho la última palabra. Hace uso de su condición de creyente, y concluye así:
“Pero Dios sabe más, y la última palabra está aún por decir”.

Alfonso Gil González

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