Desde mi celda doméstica
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sábado, 9 de mayo de 2015

LOS NIETOS DE MARAVILLAS


Los nietos de Maravillas


Había concluido la Misa “corpore insepulto” en la capilla misma del tanatorio. El cadáver de una mujer anciana esperaba su traslado al cementerio o dormitorio, donde esperar el eterno despertar de la resurrección definitiva. En ese momento, procesionalmente, se dirigen al ambón sus nietos, ya crecidos en plena juventud. La expectación, por sorpresiva, dejó petrificada en los bancos a la comunidad creyente. Uno a uno de esos hijos de sus hijos fue despidiéndose de la venerada abuela. “Gracias, abuela, por esa atención tuya cuando enfermábamos; por ese decir, al vernos, que éramos los más guapos; por ese excusar nuestras faltas ante nuestros padres; por darnos dinero a escondidas para nuestras golosinas o caprichos; por educarnos en valores que ahora nos hacen sentirnos orgullosos de tan buena herencia; por tus innumerables recetas de cocina con que saciabas nuestro permanente apetito; por enseñarnos a rezar y a amar; y, sobre todo, porque ahora sabemos que, junto al abuelo Alfonso, te dedicarás a pedir por nosotros. Te has ido un 10 del 10 de 2010, para demostrarnos que eres la abuela 10, aunque no te has ido, porque habitas en nuestros corazones, en nuestros recuerdos, en nuestros gestos y en el amor de nuestros padres…”
Las lágrimas y los sollozos brotaban del corazón de todos los presentes. Se asistía a singular encuentro entre al aquí y el allá, entre el hoy, siempre efímero, y el mañana sin ocaso, entre los que caminan hacia la muerte y la que moría para vivir. Todos salimos de aquella celebración eucarística con el misterio un tanto desvelado por la fe de los nietos y por la esperanza de la que fenecía sobre gratificante lecho de  gratitud y  amor de los suyos.

Alfonso Gil González

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